
El ácido hialurónico (AH) es un polisacárido natural de la familia de los glucosaminoglucanos, formado por unidades repetitivas de disacáridos compuestos por ácido D-glucurónico y N-acetil-D-glucosamina. Se trata de un biopolímero lineal no sulfatado que se encuentra ampliamente distribuido en los tejidos conectivos, epiteliales y neuronales del organismo humano, donde contribuye a la estructura de la matriz extracelular y al mantenimiento de la hidratación y viscosidad de dichos tejidos. En términos simples, es un biomaterial biocompatible capaz de retener grandes cantidades de agua, aportando volumen y lubricación en el espacio intercelular.
En la odontología moderna, el ácido hialurónico se ha convertido en un recurso de creciente importancia, aprovechado tanto en rehabilitación de tejidos como en estética. Su uso se extiende desde la periodoncia –para promover la cicatrización de encías y tejidos periodontales– hasta procedimientos de estética dental, por sus cualidades de relleno y rejuvenecimiento de tejidos periorales. De hecho, la literatura científica reciente reconoce al ácido hialurónico como un coadyuvante efectivo en el manejo de enfermedades inflamatorias crónicas periodontales y en la mejoría de la cicatrización tras intervenciones dentales. Asimismo, su capacidad para estimular la producción de colágeno, retener agua y comportarse como material de relleno ha generado una alta demanda de este compuesto en cosmética, cirugía plástica y odontología estética, integrándolo en tratamientos faciales (por ejemplo, relleno de labios y surcos) dentro del consultorio dental.
Desde el punto de vista químico, el ácido hialurónico está constituido por largas cadenas lineales de carbohidratos complejos. En concreto, se compone de decenas de miles de unidades de disacárido repetidas, cada una formada por la unión de un azúcar amino (N-acetilglucosamina) y un ácido urónico (ácido glucurónico). Estos disacáridos se enlazan alternativamente mediante enlaces β(1→4) y β(1→3), generando una macromolécula que en solución adopta una conformación extendida en forma de hélice o espiral. Típicamente, una molécula de AH puede tener un peso molecular medio de 2 a 4 millones de daltones, aunque existe variabilidad según su tamaño. Gracias a la abundancia de grupos hidroxilo (–OH) y cargas negativas en su estructura, el AH tiene una enorme capacidad higroscópica: atrae y retiene moléculas de agua en una cantidad equivalente a miles de veces su propio peso, confiriendo volumen y turgencia a los tejidos. Estas propiedades también le permiten ocupar espacio y amortiguar fuerzas, siendo útil para lubricar y acojinar (amortiguar) regiones sometidas a presión o fricción dentro del organismo. En células mamíferas, el AH es sintetizado por enzimas denominadas hialuronato sintetasas (HAS1, HAS2, HAS3) situadas en la membrana celular, y es secretado al espacio extracelular donde ejerce sus funciones biológicas. Su degradación está mediada por enzimas hialuronidasas, que fragmentan la molécula en porciones más pequeñas que eventualmente son reabsorbidas o eliminadas.
En aplicaciones biomédicas se suele clasificar el ácido hialurónico según la longitud de su cadena o peso molecular, dado que de ello dependen en parte sus efectos biológicos. Se habla de AH de alto peso molecular (generalmente > 1.000 kDa, del orden de millones de daltones) frente a AH de bajo peso molecular (< 300 kDa, por ejemplo) para distinguir moléculas largas de fragmentos más cortos. Los polímeros más grandes (alto peso) permanecen principalmente en la superficie de tejidos, formando capas viscoelásticas protectoras y antiinflamatorias, mientras que los fragmentos más pequeños pueden difundir o penetrar con mayor facilidad en capas tisulares profundas. Por ejemplo, se ha observado que los fragmentos menores de ~300 kDa pueden penetrar la piel, e incluso los inferiores a ~130 kDa pueden estimular engrosamiento dérmico. Biológicamente, estas diferencias se traducen en que el AH de alto peso suele tener efectos lubricantes y de relleno más pronunciados, con menor estimulación inmunológica, mientras que los fragmentos de menor tamaño pueden activar señales celulares distintas (algunos actúan como señales de daño cuando se liberan tras una lesión, modulando la respuesta inflamatoria). En odontología y medicina, esta clasificación guía la selección de la forma de AH adecuada según el objetivo: las formulaciones de mayor peso molecular aportan más viscoelasticidad (útiles para amortiguar y rellenar), mientras que las de menor peso se emplean cuando se busca penetración tisular o efectos biológicos específicos a nivel celular.
Originalmente, el ácido hialurónico para uso médico se aislaba de fuentes animales. Entre las materias primas clásicas se cuentan tejidos ricamente dotados de AH como las crestas de gallo, aletas de tiburón, cartílagos y articulaciones bovinas, restos del pescado (ojos, piel) e incluso cordones umbilicales humanos. A partir de estos tejidos se extraía y purificaba el polisacárido. Sin embargo, las técnicas modernas han desplazado en gran medida las fuentes animales en favor de la fermentación bacteriana. Actualmente, cepas bacterianas (por ejemplo Streptococcus equi o Pasteurella multocida modificadas) producen ácido hialurónico en biorreactores, permitiendo obtener grandes cantidades con alta pureza y menor riesgo de contaminantes o reacciones inmunológicas. El producto final suele presentarse como hialuronato de sodio (la sal sódica del ácido hialurónico), más estable y fácil de formular.
El ácido hialurónico se administra en distintas formas según la indicación clínica. En odontología se emplean principalmente formulaciones en gel, que pueden ser no reticuladas o reticuladas.
El ácido hialurónico desempeña numerosas funciones fisiológicas en el organismo humano. En condiciones normales, es un componente mayoritario de la matriz extracelular del tejido conjuntivo, especialmente abundante en el cartílago, el líquido sinovial de las articulaciones (incluida la articulación temporomandibular), el humor vítreo del ojo, la dermis de la piel y la matriz periodontal, entre otros. Su presencia aporta hidratación y estructura: al formar una red hidratada, llena los espacios entre las fibras de colágeno y elastina, manteniendo la turgencia y elasticidad de los tejidos. Además, el AH interactúa con receptores celulares como CD44 y otros proteoglicanos de superficie, influyendo en la adhesión, migración y proliferación de las células. Por ejemplo, en la encía y el ligamento periodontal, el AH forma parte del entorno matricial que sostiene a las células del tejido conectivo y epitelial, participando en la homeostasis de estos tejidos.
Metabólicamente, el AH tiene un recambio rápido en muchos tejidos: su vida media puede ser de apenas 1–2 días en la piel y encías, debido a la constante actividad de hialuronidasas y radicales libres que lo fragmentan. Los fragmentos resultantes son internalizados y degradados por células (macrófagos, fibroblastos) o drenados vía linfática. Este recambio dinámico permite que ante una lesión o necesidad de reparación, la concentración local de AH aumente rápidamente (por síntesis de las HAS celulares) para cumplir funciones regenerativas, y luego disminuya conforme se resuelve el proceso.
Una de las propiedades más importantes del ácido hialurónico es su papel en los procesos de cicatrización de heridas y regeneración de tejidos. Tras una lesión, el organismo incrementa la síntesis de AH en el área dañada como parte de la respuesta de curación. El AH de alto peso molecular creado in situ forma un gel provisional en la matriz de la herida que hidrata el entorno y facilita la migración de células clave (fibroblastos, queratinocitos, células endoteliales) hacia el sitio lesionado. Este ambiente hidratado y viscoelástico favorece la formación del tejido de granulación y la angiogénesis (creación de nuevos vasos sanguíneos). Estudios experimentales y clínicos han demostrado que la aplicación exógena de ácido hialurónico puede potenciar este proceso natural: por ejemplo, en úlceras orales y heridas quirúrgicas bucales se ha observado que los geles de AH aceleran la reepitelización (cierre de la herida) y reducen los signos de inflamación local. El AH actúa modulando la inflamación de manera beneficiosa: por un lado, sirve de barrera física protegiendo los tejidos recién formados de bacterias y agresiones externas; por otro lado, sus interacciones moleculares pueden reducir la actividad de ciertas citoquinas proinflamatorias. Cabe mencionar que el efecto del AH en inflamación es complejo y depende de su tamaño molecular: las formas de alto peso suelen inhibir la migración excesiva de células inflamatorias y promover un entorno antiinflamatorio, mientras que fragmentos muy pequeños de AH (liberados durante la degradación) pueden señalar daño tisular y activar receptores que estimulan la respuesta inflamatoria inicial. En periodoncia, estas propiedades sustentan su uso como agente terapéutico: la aplicación de AH en encías con gingivitis o periodontitis contribuye a resolver la inflamación y restaurar la integridad del tejido conectivo
Más allá de ser simplemente un “relleno inerte”, el ácido hialurónico posee actividades bioquímicas que impactan la cascada inflamatoria. Se ha documentado que el AH de mayor tamaño puede atrapar radicales libres y especies reactivas de oxígeno en los tejidos, funcionando como antioxidante y minimizando el daño oxidativo local. Al neutralizar estos subproductos dañinos del metabolismo celular, contribuye a reducir la muerte celular y la liberación de mediadores inflamatorios. Así mismo, al interactuar con los receptores CD44 en la superficie de células inmunitarias, el AH puede inhibir parcialmente la activación de macrófagos y la liberación de citocinas como IL-1, TNF-α y otras involucradas en la degradación tisular periodontal. Estas acciones explican por qué, en contextos de inflamación crónica como la enfermedad periodontal, el aporte externo de ácido hialurónico suele acompañarse de una reducción en el sangrado y en los niveles de inflamación gingival. Por ejemplo, un metaanálisis sistemático indicó mejorías clínicas significativas al usar AH tópico como adjunto en el tratamiento periodontal convencional, atribuyéndolo en parte a sus efectos antiinflamatorios y de estimulación de la cicatrización.
El término viscoelasticidad describe la capacidad de un material de exhibir simultáneamente comportamiento viscoso (fluido, amortiguador de energía) y elástico (capaz de deformarse y recuperar su forma). El ácido hialurónico, especialmente en concentraciones elevadas y formulaciones reticuladas, es un polímero altamente viscoelástico. En estado gel, sus cadenas se deslizan unas sobre otras otorgando viscosidad (lo que le permite absorber y disipar fuerzas gradualmente), a la vez que su estructura de red le confiere elasticidad (volviendo a su configuración inicial tras deformaciones suaves). Esta combinación es esencial para su función lubricante en articulaciones: en la articulación temporomandibular, por ejemplo, el líquido sinovial enriquecido con hialuronato actúa como un amortiguador que protege el cartílago articular durante la masticación. De igual forma, cuando se inyecta AH en los tejidos blandos periorales, su viscoelasticidad le permite adaptarse al movimiento muscular (fluye lo suficiente para acomodarse) pero resistir la compresión (mantiene el volumen y estructura), logrando así un efecto de relleno natural. En odontología restauradora y periodoncia, la viscoelasticidad del AH también es relevante al usarse como recubrimiento de heridas: forma una capa gelatinosa sobre la herida quirúrgica que permanece adherida pero flexible, protegiendo el tejido sin estorbar sus movimientos mínimos (por ejemplo, movilidad de la mucosa al hablar o comer durante la cicatrización).
El ácido hialurónico tiene diversas aplicaciones clínicas en odontología, que abarcan desde procedimientos puramente estéticos en la región orofacial, hasta intervenciones periodontales y quirúrgicas enfocadas en la regeneración y reparación de tejidos. A continuación se describen las principales áreas de uso, junto con consideraciones clínicas sobre protocolos, técnicas y precauciones:
En el campo de la odontología estética, el AH ha permitido a los dentistas ofrecer tratamientos para mejorar la armonía facial alrededor de la sonrisa. Se emplea como material de relleno dérmico inyectable para corregir pérdida de volumen y arrugas en la zona peribucal. Las indicaciones comunes incluyen el aumento de volumen de labios (perfilado del borde bermellón y proyección del labio rojo), la atenuación de surcos nasogenianos (líneas que van desde la nariz a las comisuras) y de las líneas de marioneta (pliegues que descienden desde las comisuras labiales). Antes de realizar estos procedimientos, el clínico debe realizar una evaluación estética integral, considerando la simetría facial, la exposición dental al sonreír, la relación labio-diente y la presencia de arrugas estáticas o dinámicas. Con un adecuado diagnóstico, se define un plan de tratamiento: por ejemplo, en labios adelgazados por la edad, se planifica la infiltración de AH reticulado de densidad media a lo largo del borde y el cuerpo del labio para restaurar su forma, mientras que en arrugas periorales finas se puede optar por un gel más fluido y en pequeñas cantidades para lograr un alisado sutil.
La técnica de inyección en estos casos es similar a la empleada en medicina estética. Tras desinfección de la zona y, si es necesario, aplicación de anestesia local (tópica o infiltrativa para bloquear terminaciones nerviosas), se introduce el gel de AH en la dermis o tejido submucoso mediante una aguja fina o cánula. Se pueden utilizar técnicas de retroinyección lineal (depositando el material al retirar la aguja) o por microdepósitos en abanico, dependiendo de la región a tratar. Por ejemplo, para realzar el labio superior, suele infiltrarse el AH siguiendo el contorno vermellón con técnica lineal, mientras que los surcos profundos se rellenan depositando el gel justo por debajo de la arruga para elevarla. Durante el procedimiento, es crucial aspirar ligeramente antes de inyectar para evitar introducir el material en un vaso sanguíneo, dado que una inyección intravascular podría ocasionar complicaciones isquémicas. El operador debe conocer bien la anatomía arterial de la zona (ubicación de las arterias labiales, ramas de la facial, etc.) y no exceder los volúmenes recomendados por sesión para prevenir sobrecorrecciones o compresiones vasculares.
Tras la infiltración de ácido hialurónico, se realiza un masaje suave en la zona para moldear uniformemente el material y evitar la formación de nódulos. El paciente debe ser informado de posibles efectos secundarios leves y transitorios, como inflamación local, edema, enrojecimiento o pequeños hematomas en los puntos de inyección, los cuales suelen resolverse en pocos días. Se recomienda evitar la exposición intensa al calor, el ejercicio vigoroso o la manipulación excesiva del área las primeras 24–48 horas. En caso de un resultado subóptimo o una complicación estética, cabe señalar que el efecto de los rellenos de AH no es permanente –el cuerpo degrada el producto en un plazo aproximado de 6 a 12 meses– y además existe la posibilidad de revertir rápidamente el efecto mediante la aplicación de hialuronidasa exógena (enzima que disuelve el AH) si fuese necesario. Con la adecuada técnica y asepsia, las infiltraciones de AH representan un procedimiento seguro y predecible dentro del arsenal estético del odontólogo, complementando otros tratamientos cosméticos dentales (como carillas, blanqueamiento, contorneado gingival) para lograr una sonrisa armónica en conjunto con los tejidos faciales.
En periodoncia y cirugía oral, el ácido hialurónico se utiliza principalmente con propósitos terapéuticos para mejorar la regeneración de tejidos blandos y duros. Uno de sus usos más extendidos es como coadyuvante en el tratamiento de la enfermedad periodontal. Tras realizar el raspado y alisado radicular (instrumentación para eliminar placa y cálculo subgingival), se puede aplicar un gel de AH de forma tópica dentro de las bolsas periodontales o mediante inyecciones directas en la encía afectada. Esta aplicación postraspado ayuda a reducir la inflamación y el edema gingival, promoviendo una reaproximación más rápida de los tejidos. Estudios clínicos han mostrado que pacientes con periodontitis tratados con terapia periodontal básica más aplicaciones de AH presentan menores profundidades de sondaje y menor sangrado al sondaje en comparación con controles sin AH, evidenciando un efecto beneficioso en la cicatrización periodontal. El mecanismo subyacente incluye el efecto barrera del gel (protege la encía tratada y mantiene un ambiente húmedo propicio) y la estimulación directa de fibroblastos y células del ligamento periodontal para regenerar matriz extracelular.
En procedimientos de cirugía periodontal regenerativa, como la regeneración tisular guiada o injertos de encía, el AH también ha encontrado un rol. Por ejemplo, en cirugías para cubrir recesiones gingivales (raíces dentales expuestas por retracción de la encía), se ha investigado la inyección de ácido hialurónico en combinación con el colgajo o injerto. En un protocolo típico, tras movilizar un colgajo de encía o colocar un injerto de tejido conectivo para cubrir la raíz expuesta, se infiltra un gel de AH en el sitio quirúrgico (por debajo del colgajo) antes de suturar. El objetivo es aprovechar las propiedades bioactivas del AH para estimular la incorporación del injerto y la formación de nuevo tejido de sujeción. Evidencia reciente respalda esta práctica: una revisión sistemática de 2022 encontró que la adición de gel de AH en cirugías de recubrimiento radicular mejoró significativamente el porcentaje de cobertura de la raíz lograda y la ganancia de inserción clínica, en comparación con la cirugía convencional sin AH. En dichos estudios, los pacientes tratados con AH obtuvieron mayor cobertura completa de recesiones de clase I-II de Miller, incrementos mayores en el nivel de encía queratinizada y reducción adicional de la profundidad de la recesión, sugiriendo que el AH favorece la regeneración periodontal en la interfase diente-encía. Aunque los autores señalan cierta heterogeneidad entre estudios, el consenso es que esta terapia adjunta es clínicamente segura y beneficiosa.
Otro campo de aplicación es la cirugía de regeneración ósea en la cavidad oral. En procedimientos de elevación de seno maxilar (sinus lift) para colocación de implantes, algunos protocolos experimentales combinan ácido hialurónico con el material de injerto óseo, buscando mejorar la manipulación del injerto y potenciar la formación ósea por las propiedades osteoconductoras que puede conferir un hidrogel de AH. De forma similar, en la preservación alveolar post-extracción (técnicas para conservar el volumen del hueso tras retirar una pieza dental), se han empleado esponjas o matrices impregnadas en AH dentro del alveolo, hipotetizando que puede reducir la reabsorción ósea inicial al estabilizar el coágulo y estimular una mejor cicatrización. Aunque la evidencia aún se considera preliminar, los reportes iniciales son prometedores en cuanto a calidad de la regeneración tisular.
Tras cirugías orales, el ácido hialurónico suele indicarse como parte del cuidado posoperatorio para mejorar el confort y la reparación de la mucosa. Por ejemplo, luego de una gingivectomía o de la colocación de un injerto gingival, la aplicación de un gel de AH sobre la herida actúa como un apósito biológico que alivia el dolor (al cubrir terminaciones nerviosas expuestas) y mantiene el área húmeda, favoreciendo la reepitelización. Algunos colutorios bucales posquirúrgicos incorporan AH en su formulación, aprovechando su efecto calmante en tejidos inflamados y su contribución a la regeneración. En pacientes con xerostomía (sequedad bucal) o síndrome de Sjögren, los sustitutos de saliva con hialuronato proporcionan lubricación de la mucosa oral, reduciendo la sensación de boca seca y protegiendo contra ulceraciones. También se ha utilizado AH tópico en el tratamiento de úlceras aftosas recurrentes y lesiones por prótesis, reportándose alivio más rápido del dolor y cicatrización acelerada de las úlceras orales.
Por último, en el ámbito de la implantología oral, se están explorando aplicaciones de AH para el mantenimiento de los tejidos periimplantarios. Una aplicación clínica es el tratamiento de la mucositis periimplantaria (inflamación de la encía alrededor de un implante) mediante la irrigación o gel subgingival de ácido hialurónico, buscando reducir la inflamación y prevenir la progresión a periimplantitis. Igualmente, se investiga si la inyección de AH en la papila o encía alrededor de implantes puede mejorar el grosor y calidad del tejido blando periimplantario, contribuyendo a una estética más favorable (rellenando espacios negros entre implantes y dientes) y a una barrera más resistente frente a bacterias.
El uso del ácido hialurónico en odontología se encuentra en continua evolución. Nuevas investigaciones y desarrollos tecnológicos están ampliando las posibilidades de este biomaterial, tanto mejorando sus formulaciones como encontrando nuevas indicaciones terapéuticas. A continuación, se resumen algunos de los avances e innovaciones más destacados, junto con consideraciones sobre su estatus actual y regulación:
En conclusión, el ácido hialurónico se define como un componente biomolecular versátil y biocompatible, cuyo uso en odontología abarca desde mejorar la cicatrización de las encías hasta brindar soluciones estéticas en la sonrisa. Sus propiedades viscoelásticas y bioquímicas únicas, respaldadas por evidencia científica actual, han abierto un amplio abanico de aplicaciones clínicas. A medida que la investigación y la tecnología avanzan, es previsible que surjan nuevas formas optimizadas de AH y protocolos más refinados, manteniendo a este “aliado bioquímico” como una pieza clave en la odontología contemporánea basada en la regeneración de tejidos y la estética facial. Las perspectivas futuras apuntan a una integración cada vez mayor de los biomateriales como el ácido hialurónico en la práctica dental diaria, siempre bajo un marco de evidencia científica y regulación que garantice la seguridad y eficacia en beneficio de los pacientes.
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