La estomatitis es la inflamación de los tejidos blandos de la cavidad oral, incluyendo la mucosa de mejillas, encías, lengua, paladar y labios​. En términos técnicos, se refiere a cualquier proceso inflamatorio que afecte las membranas mucosas de la boca, con o sin formación de úlceras orales. El término deriva del griego stoma (“boca”) e -itis (“inflamación”), indicando su naturaleza esencialmente inflamatoria. Se trata de un concepto amplio que abarca diversas afecciones mucosales orales, desde lesiones agudas autolimitadas hasta condiciones crónicas recurrentes.

En el contexto de la odontología moderna, la estomatitis reviste gran importancia clínica por su alta prevalencia y diversidad de causas. Es una de las formas más comunes de lesiones orales de origen inflamatorio, distinta de otras entidades como la glositis (inflamación circunscrita a la lengua) o las enfermedades periodontales que afectan los tejidos de soporte dental. La estomatitis puede afectar significativamente la calidad de vida al provocar dolor, dificultades para comer o hablar y riesgo de infecciones secundarias, por lo que su reconocimiento y manejo adecuado son fundamentales en la práctica odontológica y médica.

Componentes y características principales

La estomatitis no es una enfermedad única, sino un síndrome clínico que engloba múltiples variantes con características propias. Puede clasificarse según su etiología o presentación clínica en varias formas principales:

  • Estomatitis aftosa recurrente (aftas): manifestada por úlceras orales dolorosas que reaparecen periódicamente en individuos por lo demás sanos. Es una de las enfermedades mucosales más comunes, afectando aproximadamente al 20% de la población general​. Las lesiones (aftas) típicamente son úlceras pequeñas, redondeadas, con halo eritematoso y fondo blanquecino-grisáceo, que aparecen en mucosa no queratinizada (como carrillos, bordes de lengua o mucosa labial) y sanan espontáneamente en 1-2 semanas. Su curso es recurrente pero benigno, aunque el dolor puede interferir con la alimentación y el habla.
  • Estomatitis herpética (gingivoestomatitis herpética): es una infección viral aguda de la boca causada por el virus del herpes simple (VHS, usualmente tipo 1)​. Suele observarse en niños pequeños como la primoinfección herpética, presentando fiebre, malestar general, inflamación difusa de encías y mucosas, y múltiples vesículas que se rompen formando úlceras dolorosas​. Estas úlceras herpéticas se distinguen de las aftas por su etiología viral contagiosa y por afectar con frecuencia encía adherida y paladar. Tras la infección primaria, el virus permanece latente; en adolescentes y adultos puede reactivarse de forma localizada (como el típico “herpes labial”).
  • Estomatitis protésica (estomatitis subprotésica): forma de estomatitis crónica asociada al uso de prótesis dentales removibles. Es una condición común en portadores de dentaduras completas o parciales, caracterizada por enrojecimiento crónico de la mucosa que contacta con la prótesis, típicamente el paladar, generalmente sin dolor. Se estima que hasta un 90% de los casos involucran infección por Candida spp., por lo que se considera la forma más prevalente de candidiasis oral crónica​. Factores contribuyentes incluyen higiene oral deficiente, uso continuo de la prótesis (p.ej., durante la noche) y xerostomía.
  • Estomatitis alérgica por contacto: inflamación de la mucosa bucal desencadenada por alérgenos locales (por ejemplo, componentes de pastas dentales, enjuagues, materiales dentales metálicos o acrílicos, aditivos alimentarios). Es una reacción de hipersensibilidad tipo IV mediada por células T en individuos susceptibles. Clínicamente puede presentarse como áreas difusas de eritema, sensación de ardor, descamación o ulceraciones inespecíficas. Es menos frecuente en la boca que la dermatitis de contacto cutánea, en parte porque la saliva diluye y elimina muchos antígenos y la mucosa oral tiene alta vascularización y menor queratina, lo que reduce la sensibilización. Suele confirmarse mediante pruebas de parche y mejora al evitar el alérgeno causal​.
  • Otras variantes clínicas: La estomatitis angular (queilitis angular) afecta las comisuras labiales con fisuras inflamadas, usualmente por sobreinfección por Candida y bacterias en presencia de deficiencias nutricionales o maloclusión. La estomatitis nicotínica (queratosis del paladar del fumador) ocurre en fumadores crónicos, especialmente de pipa, manifestándose como paladar duro blanquecino y agrietado con puntos rojos inflamados en las glándulas salivales menores; es una lesión reactiva benigna que revierte al cesar el hábito tabáquico. Adicionalmente, condiciones sistémicas pueden reflejarse como estomatitis: por ejemplo, deficiencias de vitamina B_12, ácido fólico o hierro producen atrofia e inflamación de la mucosa; la estomatitis urémica se observa en insuficiencia renal avanzada, y enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso, el pénfigo vulgar o el liquen plano pueden cursar con ulceraciones crónicas en la boca (a veces englobadas en el espectro de estomatitis). Asimismo, el término mucositis oral se emplea para la estomatitis inducida por tratamientos oncológicos (quimioterapia o radioterapia), caracterizada por lesiones ulcerativas generalizadas en pacientes con cáncer​. Esta mucositis terapéutica es una complicación frecuente y a menudo debilitante de la quimioterapia, llegando a presentarse en un alto porcentaje de pacientes y limitando las dosis de tratamiento por el intenso dolor y riesgo infeccioso asociado​.

Cada forma de estomatitis presenta patrones de lesión, duración y localización característicos, aunque con superposición. Algunas son agudas (p. ej., la herpética primaria) mientras que otras tienden a la cronicidad o recurrencia (aftosa, protésica, alérgica). Las lesiones pueden variar desde eritema difuso y edema (inflamación simple) hasta úlceras profundas o placas blanquecinas. Del mismo modo, la distribución anatómica puede ser focal (una úlcera aislada) o difusa (toda la mucosa oral). Comprender estos componentes clínicos es clave para orientar el diagnóstico diferencial y el manejo adecuado en cada caso.

Principios biológicos y científicos fundamentales

En esencia, la estomatitis involucra una respuesta inflamatoria de la mucosa oral desencadenada por diversos agentes o factores. Biológicamente, la mucosa bucal posee un sistema inmunitario local robusto (inmunidad innata a través de saliva, barrera epitelial y células como los queratinocitos y macrófagos; e inmunidad adaptativa mediante tejido linfoide asociado a mucosas, IgA secretoria y linfocitos residentes). Cuando este equilibrio se altera por una injuria, infección o disfunción inmune, se libera una cascada de citocinas proinflamatorias (como interleucinas, factor de necrosis tumoral, etc.), produciendo vasodilatación, extravasación de líquido (edema) e infiltración de células inflamatorias en la submucosa. El resultado clínico es eritema (enrojecimiento), dolor y, en muchos casos, rotura del epitelio con formación de úlceras.

Mecanismos patogénicos según la etiología

En la estomatitis herpética (primoinfección por VHS-1), el virus infecta las células epiteliales orales provocando su destrucción directa y una intensa reacción inflamatoria aguda. La gingivoestomatitis herpética primaria cursa con viremia parcial (de ahí la fiebre y malestar sistémico en niños) y abundante formación de vesículas que se ulceran; el sistema inmunitario del huésped monta una respuesta antiviral que controla la infección en 1 a 2 semanas. El VHS luego permanece latente en los ganglios nerviosos trigeminales y puede reactivarse (p. ej., por estrés o inmunosupresión) causando lesiones recurrentes más localizadas (herpes labial). Por contraste, la estomatitis aftosa no involucra un agente infeccioso identificado, sino que se considera una reacción inmunológica anormal frente a factores desencadenantes variados. Se postula un mecanismo autoinmune mediado por linfocitos T que reconocerían antígenos mucosos del propio paciente o de la microbiota oral y ocasionarían daño epitelial focal​. Aunque la causa precisa de las aftas no se comprende totalmente, se han implicado predisposición genética, estrés, traumatismos menores (p. ej., mordeduras accidentales), cambios hormonales y deficiencias nutricionales como posibles gatillos. En individuos con tendencia a aftas, estímulos aparentemente inocuos provocan liberación de mediadores inflamatorios (como TNF-α) y reclutamiento de linfocitos citotóxicos que inducen apoptosis de las células epiteliales de la mucosa, formándose así las clásicas úlceras aftosas. Cabe mencionar que no se trata de una infección contagiosa, a diferencia de la estomatitis herpética​.

En la estomatitis por Candida (como la protésica), la patogenia implica la proliferación excesiva de un hongo oportunista (Candida albicans u otras especies) en la superficie mucosa. Normalmente, la saliva, el sistema inmunitario y la competencia bacteriana limitan el crecimiento fúngico; sin embargo, factores como la humedad constante bajo una prótesis mal higienizada, el microtrauma crónico y la inmunodepresión local o sistémica facilitan la adhesión del hongo al epitelio oral y la formación de biopelículas. Candida secreta enzimas y toxinas que aumentan la permeabilidad epitelial, activando receptores de reconocimiento de patrones en células inmunes de la mucosa e iniciando una respuesta inflamatoria. Esto explica el enrojecimiento subprotésico típico y la asociación casi constante con infección candidiásica en estos pacientes​. La reacción inflamatoria fúngica suele ser menos dolorosa que las virales o aftosas, probablemente por la ausencia de ulceración profunda en muchos casos, pero puede cronificarse mientras persista el factor predisponente.

En la estomatitis alérgica de contacto, el mecanismo subyacente es un proceso inmunológico adaptativo: un hapteno (sustancia química pequeña proveniente, por ejemplo, de un componente dental o alimentario) penetra la mucosa y se une a proteínas del epitelio, formando un complejo antigénico. Las células de Langerhans en el epitelio capturan esos complejos hapteno-proteína y migran hacia los ganglios linfáticos cervicales, presentándolos a linfocitos T vírgenes. En individuos atópicos susceptibles, esto sensibiliza clonas específicas de linfocitos T de memoria. Ante re-exposiciones subsecuentes al mismo antígeno en la boca, los linfocitos T previamente sensibilizados se activan localmente, liberando citocinas interferón gamma, IL-2, etc., que provocan una reacción inflamatoria retardada en la mucosa de contacto (enrojecimiento, edema, a veces erosiones). La saliva y la vascularización oral mitigan parcialmente esta respuesta al remover antígenos y disipar mediadores, lo que explica por qué la estomatitis alérgica no es tan común como la dermatitis alérgica cutánea​. No obstante, exposiciones crónicas a alérgenos potentes (p. ej., ciertos acrílicos dentales o aditivos como la canela) pueden llevar a lesiones más marcadas, incluso de aspecto liquenoide en casos prolongados​.

En las mucositis orales por quimioterapia/radiación, la fisiopatología es compleja y multifásica​. Los agentes citotóxicos y radiantes dañan el ADN de las células basales del epitelio oral, desencadenando una cascada: 1) fase inicial de daño directo con generación de radicales libres y muerte celular; 2) fase de señalización en la que las células dañadas liberan moléculas proinflamatorias (como factor nuclear kB, interleucinas) que amplifican la respuesta; 3) fase ulcerativa, cuando la mucosa adelgazada se ulcera y colonizan bacterias comensales intensificando la inflamación; 4) fase de curación una vez retirado el agresor, con proliferación celular y reepitelización. La reacción inmune en la mucositis iatrogénica involucra tanto inmunidad innata (neutrófilos, macrófagos activados por la flora oportunista en las úlceras) como adaptativa (linfocitos en etapas tardías). Clínicamente, esto se traduce en eritema difuso que progresa a úlceras confluyentes muy dolorosas, a menudo impedimento temporal para la ingesta oral en pacientes oncológicos. Importa señalar que el término mucositis se reserva específicamente para esta etiología terapéutica, dado que puede afectar cualquier segmento del tracto digestivo (no solo la boca) y tiene un perfil biológico particular.

Por último, ciertas formas de estomatitis crónica revelan mecanismos autoinmunitarios específicos. Un ejemplo notable es la estomatitis ulcerativa crónica, una entidad poco común descrita en años recientes. En esta afección, el paciente presenta úlceras recurrentes de larga duración, generalmente en mucosa yugal o encías, cuyo aspecto histológico puede semejar al liquen plano oral​. Se ha descubierto que estos pacientes producen un autoanticuerpo IgG dirigido contra la proteína nuclear DeltaNp63α de las células basales epiteliales, detectable mediante inmunofluorescencia (padrón nuclear punteado)​. Este hallazgo ha esclarecido la naturaleza autoinmune de la enfermedad y ha permitido un tratamiento dirigido con fármacos antipalúdicos como la hidroxicloroquina, que inducen remisión en muchos casos​. Este ejemplo ilustra cómo la investigación científica de los mecanismos inmunopatológicos puede redefinir entidades diagnósticas y orientar terapias específicas.

En suma, los principios biológicos de la estomatitis abarcan desde la interacción microorganismo-huésped (virus, hongos, bacterias) hasta disfunciones del sistema inmunitario y factores locales traumáticos o químicos. La respuesta inmunitaria – ya sea apropiada (como frente a infecciones) o aberrante (como en aftas idiopáticas o alergias) – es el eje común que produce la lesión de la mucosa oral. La saliva juega un rol protector fundamental (lubrica, neutraliza ácidos, aporta anticuerpos IgA y péptidos antimicrobianos); condiciones de saliva disminuida (xerostomía por fármacos o síndrome de Sjögren) predisponen a estomatitis candidiásicas y ulcerativas. Asimismo, el estado sistémico del paciente modula estos procesos: por ejemplo, la inmunosupresión (VIH/SIDA, leucemia) favorece estomatitis infecciosas severas, mientras que la predisposición genética influye en la tendencia a aftas recurrentes o a reacciones autoinmunes mucosas. La comprensión actual de estos principios biológicos, aunque avanzada, sigue evolucionando a medida que se investigan las complejas interacciones del sistema inmune oral, la microbiota normal y los factores ambientales en la génesis de la estomatitis.

Procedimientos clínicos asociados

El abordaje clínico de la estomatitis requiere una evaluación cuidadosa y metódica para determinar su causa y orientar el tratamiento. El diagnóstico comienza con una anamnesis completa, indagando por la evolución de las lesiones (aguda vs. crónica, número de episodios), síntomas asociados (dolor, sangrado, fiebre, adenopatías), hábitos (tabaquismo, consumo de alimentos irritantes, uso de prótesis dentales), higiene oral, medicamentos actuales y antecedentes médicos relevantes (como enfermedades sistémicas o tratamientos oncológicos previos). Ciertos patrones temporales o desencadenantes pueden emerger de la historia clínica: por ejemplo, aftas que brotan en situaciones de estrés o trauma local, lesiones tras iniciar el uso de una pasta dental nueva (posible alergia), o úlceras persistentes en pacientes con enfermedades gastrointestinales inflamatorias.

El examen intraoral detallado es fundamental. El odontólogo u estomatólogo inspecciona todas las mucosas (incluyendo carrillos, encías, lengua, paladar, labios y piso de boca) determinando la morfología, tamaño, número y distribución de las lesiones. Se evalúa si hay úlceras (y su tamaño, bordes, base), eritema difuso, placas blanquecinas removibles (sugestivas de candidiasis), vesículas o costras, así como la extensión (localizada vs. panmucosal). También se palpan ganglios linfáticos regionales en busca de inflamación reactiva. Estos hallazgos clínicos orientan el diagnóstico diferencial: por ejemplo, múltiples úlceras pequeñas y recurrentes sugieren estomatitis aftosa, mientras que una úlcera crónica solitaria con induración podría indicar otro proceso (como una lesión premaligna o maligna, que debe distinguirse de una simple estomatitis). En niños con gingivoestomatitis herpética, el diagnóstico suele ser clínico al observar encías intensamente inflamadas (gingivitis) con úlceras y ampollas distribuidas ampliamente, junto con fiebre; esto la diferencia de las aftas, que no causan gingivitis difusa ni síntomas sistémicos apreciables​.

Con base en la impresión clínica, pueden requerirse pruebas complementarias para confirmar la etiología de la estomatitis o descartar otros trastornos. Algunas de las herramientas diagnósticas incluyen:

  • Cultivos y análisis microbiológicos: Ante la sospecha de infección herpética aguda severa, puede tomarse un hisopado de las úlceras para detección de VHS por PCR o cultivo viral, aunque con frecuencia no es necesario dada la clínica típica. En casos de candidiasis oral resistente al tratamiento, el cultivo de exudado oral permite identificar la especie de Candida y su sensibilidad antifúngica. Para úlceras atípicas, también pueden realizarse cultivos bacterianos (por ejemplo, para Mycobacterium si se sospecha tuberculosis oral, o Treponema pallidum en chancro sifilítico, aunque estos son infrecuentes).
  • Biopsia e histopatología: Cualquier lesión ulcerativa crónica (>2-3 semanas) sin causa aparente debe biopsiarse para estudio histopatológico, con el fin de excluir neoplasias malignas (como carcinoma oral) u otras patologías específicas (granulomatosis, infecciones profundas, liquen plano, pénfigo, etc.). La biopsia incisional de una úlcera puede mostrar características diagnósticas: por ejemplo, en la estomatitis aftosa generalmente revela únicamente inflamación no específica, mientras que en el liquen plano aparecen infiltrados linfocitarios en banda y degeneración de la capa basal. En la estomatitis crónica autoinmune descrita previamente, la inmunofluorescencia directa de la biopsia es clave para detectar depósitos de autoanticuerpos en el epitelio​. Así, la biopsia se convierte en una herramienta indispensable cuando la presentación clínica sale de lo común o no responde a terapias usuales.
  • Pruebas de laboratorio sistémicas: Dado que algunas estomatitis pueden ser manifestación de deficiencias o enfermedades sistémicas, es apropiado solicitar exámenes según la sospecha clínica. En pacientes con aftas recurrentes múltiples o que no cicatrizan bien, se suelen evaluar niveles séricos de vitamina B_12, folatos y hierro, pues anemias nutricionales pueden reflejarse en la mucosa oral. Igualmente, puede investigarse serología de enfermedad celíaca o enfermedad de Behçet cuando las aftas son especialmente severas o van acompañadas de síntomas extraorales (como úlceras genitales en el caso de Behçet). En estomatitis candidiásicas recurrentes, es pertinente descartar diabetes mellitus no controlada mediante glicemia, dado que la hiperglucemia favorece las infecciones fúngicas. Si se sospecha un componente inmunológico mayor, podrían medirse autoanticuerpos (ANA, anti-desmogleína, etc.) orientados por el diagnóstico diferencial de condiciones como lupus, pénfigo o penfigoide.
  • Pruebas de alergia: Para confirmar una estomatitis alérgica por contacto, la prueba del parche es el método de elección. Se preparan parches con los alérgenos bucales sospechosos (por ejemplo, canela, L&S sulfato de sodio de pastas dentales, metales de restauraciones) que se aplican típicamente en la piel de la espalda del paciente por 48 horas, luego evaluando reacción eczematosa local. Una prueba positiva apoya la implicación de dicho alérgeno en la estomatitis del paciente​. Alternativamente, existen series estándar de alérgenos dentales para pruebas epicutáneas en pacientes con queilitis o estomatitis crónica inexplicada.

Una vez establecido el diagnóstico o la causa probable, se procede a los abordajes terapéuticos apropiados. El manejo de la estomatitis suele ser multifactorial, combinando tratamiento de la lesión activa, medidas para aliviar síntomas y estrategias para corregir o eliminar la causa subyacente y prevenir recurrencias:

  • Medidas generales y sintomáticas: Independientemente de la etiología, casi todos los pacientes se benefician de mejorar la higiene oral, lo que ayuda a reducir la carga microbiana secundaria y favorecer la cicatrización. Se recomiendan enjuagues suaves con solución salina o bicarbonatada para limpiar y mantener humedad en la mucosa. Para el control del dolor, pueden indicarse enjuagues anestésicos tópicos (por ejemplo, lidocaína viscosa al 2% antes de las comidas) o geles de anestésico local aplicados directamente sobre las úlceras. Analgésicos sistémicos (AINES o paracetamol) se usan según la intensidad del dolor. En casos de mucositis grave por quimioterapia, a menudo se requiere un enfoque de soporte intensivo: analgésicos opiáceos sistémicos, nutrición por vía enteral o parenteral si el paciente no puede alimentarse oralmente, y control estricto de infecciones oportunistas (p. ej., profilaxis antimicrobiana en pacientes neutropénicos con mucositis extensa). La hidratación adecuada y evitar sustancias irritantes (comidas muy calientes, ácidas o picantes, alcohol, tabaco) son consejos universales durante la fase aguda de cualquier estomatitis.
  • Tratamiento farmacológico específico: Se ajusta a la causa identificada. En la estomatitis aftosa leve a moderada, el pilar terapéutico son los corticoesteroides tópicos de alta potencia (como triamcinolona en orabase, clobetasol en gel dental o dexametasona elixir en enjuagues), que reducen rápidamente la inflamación y el dolor, acortando la duración de las úlceras. En casos severos o múltiples, pueden emplearse corticoides sistémicos a dosis bajas por cortos periodos, inmunomoduladores como la colchicina o dapsona, e incluso fármacos inmunosupresores o biológicos en aftosis recalcitrantes asociadas a síndromes complejos (por ejemplo, talidomida o inhibidores de TNF-α en estomatitis aftosa mayor o enfermedad de Behçet, bajo estricta supervisión médica). Para gingivoestomatitis herpética primaria, especialmente en niños pequeños o inmunodeprimidos, está indicada la terapia antiviral sistémica (aciclovir vía oral cinco veces al día, iniciada idealmente en los primeros 3 días de enfermedad) para acortar el curso y atenuar la severidad de la infección​. Si el diagnóstico se realiza tardíamente, el tratamiento es principalmente sintomático (analgésicos, hidratación, antisépticos) dado que los antivirales tienen menos impacto. En las reactivaciones herpéticas labiales recurrentes, fármacos como valaciclovir o penciclovir tópico pueden reducir la duración si se aplican al inicio del brote.

En la estomatitis por Candida (incluida la protésica), el tratamiento de elección son los antimicóticos. Se utilizan antifúngicos tópicos como nistatina en suspensión o gel (enjuagues retenidos en boca varias veces al día) o clotrimazol en trociscos disolubles, durante 1-2 semanas mínimo. En infecciones extensas o refractarias, se recurre a antifúngicos sistémicos azólicos (fluconazol oral por 7-14 días) con excelente penetración en mucosas. Igual de importante es optimizar los factores locales: se instruye al paciente en la correcta limpieza de sus prótesis (cepillado de la dentadura, remojo en soluciones desinfectantes como clorhexidina o hipoclorito diluido) y se indica remover las prótesis por la noche para dar descanso a los tejidos. Si la prótesis está muy mal ajustada causando trauma, debe ajustarse o rehacerse. Estas medidas protésicas son esenciales para prevenir la recolonización fúngica y la recurrencia de la estomatitis.

En la estomatitis alérgica de contacto, el manejo consiste principalmente en evitar el alérgeno identificado. Una vez confirmada la sustancia causante, se elimina o sustituye: por ejemplo, se cambia la pasta dental o colutorio si algún componente (como el laurilsulfato) resulta positivo, o se reemplaza un material dental restaurador que esté liberando haptenos (p. ej., acrílico en una prótesis, amalgama con mercurio, etc.). Los síntomas suelen mejorar tras la eliminación del agente. Mientras tanto, para acelerar la resolución de la inflamación se emplean corticoides tópicos (en gel o enjuague) y en casos extensos quizá corticoides sistémicos de corta duración. Las lesiones mixtas labiales (queilitis) requieren igualmente retirar el contacto con productos cosméticos o tópicos sospechosos.

Cuando la estomatitis es secundaria a otra enfermedad sistémica, el tratamiento de esta última es un componente indispensable del manejo. Por ejemplo, pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (como Crohn) frecuentemente ven mejorar sus úlceras orales al lograr la remisión intestinal con medicamentos inmunosupresores o biológicos. En deficiencias nutricionales, la suplementación de hierro, vitaminas B o zinc corrige la atrofia mucosa y reduce la aparición de estomatitis. Las estomatitis autoinmunes específicas (como el pénfigo) requieren terapias sistémicas especializadas: corticoesteroides sistémicos de elevadas dosis, junto con ahorradores de corticoides (azatioprina, micofenolato) o agentes biológicos (rituximab) para controlar la enfermedad mucocutánea. Estas intervenciones suelen exceder el ámbito puramente odontológico, requiriendo un enfoque multidisciplinario con médicos dermatólogos, inmunólogos o internistas.

  • Intervenciones físicas y de soporte: En ciertas situaciones, se emplean terapias físicas para paliar la estomatitis. Un ejemplo es la laserterapia de baja intensidad, que se ha utilizado en servicios oncológicos para prevenir y tratar la mucositis en pacientes bajo radioterapia o quimioterapia, con evidencia de reducir el dolor y favorecer la cicatrización. Otra estrategia profiláctica en mucositis por quimioterapia es la crioterapia oral (chupar hielo durante la infusión de agentes como 5-FU) para disminuir el flujo sanguíneo en la mucosa y así la exposición al fármaco citotóxico. En estomatitis aftosas recurrentes, algunos odontólogos aplican láser de diodo o láser CO₂ directamente sobre las úlceras incipientes, lo cual cauteriza las terminaciones nerviosas brindando alivio rápido del dolor y podría acelerar la reepitelización. Estas medidas no curan la condición subyacente pero mejoran significativamente el confort del paciente durante los brotes.
  • Modificación de factores de riesgo: Como parte integral del manejo, el clínico debe abordar y corregir factores predisponentes. Se aconseja suprimir el tabaco no solo porque ciertas formas de estomatitis (nicotínica) se deben directamente a este, sino también porque fumar retrasa la curación de úlceras y favorece infecciones. La ingesta de alimentos muy condimentados, ácidos o con bordes duros (pan tostado, patatas fritas) puede exacerbar microtraumas y se sugiere evitarlos en pacientes con aftas frecuentes. Controlar el estrés y dormir lo suficiente puede ayudar, dado que muchos pacientes refieren más aftas en épocas de estrés. En usuarios de prótesis, establecer una rutina de higiene diaria y retirarlas por periodos prolongados (noche) es esencial. Incluso la educación del paciente es terapéutica: comprender la naturaleza benigna pero recurrente de su estomatitis le permite afrontar mejor las exacerbaciones y adherirse a las medidas preventivas y tratamientos tópicos al primer signo de lesión, minimizando así la severidad de cada episodio.

Cabe enfatizar que no todas las estomatitis tienen una cura definitiva. Por ejemplo, la estomatitis aftosa recurrente es de curso crónico idiopático en muchos casos; los tratamientos se enfocan en aliviar el dolor, reducir la inflamación y promover la cicatrización, pero ninguna terapia asegura evitar nuevas aftas​. Por ello, el manejo clínico incluye el seguimiento a largo plazo, con ajustes según la respuesta, y el apoyo psicológico cuando la calidad de vida se ve afectada. La documentación fotográfica de las lesiones en visitas sucesivas puede ser útil para monitorear la respuesta al tratamiento y la evolución temporal.

Avances e innovaciones actuales

El campo de la estomatología está en continua evolución, y en años recientes se han logrado avances significativos en la comprensión, diagnóstico y tratamiento de la estomatitis. Uno de los enfoques emergentes es la aplicación de tecnologías de diagnóstico por imágenes avanzadas y herramientas digitales para mejorar la detección y caracterización de lesiones orales. Por ejemplo, técnicas de imagenología óptica como la tomografía de coherencia óptica (OCT) y la microscopia confocal reflectante se están investigando para visualizar la microestructura de la mucosa in vivo, lo que podría permitir distinguir más rápidamente una estomatitis benigna de una lesión displásica o maligna en etapas iniciales. Asimismo, la inteligencia artificial ha incursionado en odontología: existen prototipos de sistemas de aprendizaje profundo entrenados con fotografías de úlceras orales que son capaces de sugerir diagnósticos diferenciales (aftosa vs. herpética vs. otras) con notable precisión. Aunque aún en fase de investigación, estas herramientas de deep learning podrían en el futuro asistir a odontólogos generales en la identificación temprana de lesiones bucales y en la indicación de interconsultas oportunas, optimizando la atención, especialmente en entornos de telesalud o con recursos limitados.

En el plano de los mecanismos biológicos, los descubrimientos recientes están abriendo nuevas vías terapéuticas. La elucidación de marcadores inmunológicos específicos (como el autoanticuerpo contra p63 en la estomatitis ulcerativa crónica mencionada) no solo mejora la certeza diagnóstica sino que permite terapia dirigida (hidroxicloroquina en ese caso)​. En la estomatitis aftosa recurrente, la investigación se ha centrado en el rol del sistema inmune y la genética: estudios genómico-moleculares han identificado ciertas asociaciones de HLA y polimorfismos de citocinas en pacientes con aftosis, lo que sugiere una predisposición hereditaria en la que intervienen múltiples genes relacionados con la regulación inmune. Aunque ningún “gen de la estomatitis” ha sido hallado, estos hallazgos delinean posibles dianas para terapias inmunomoduladoras. De igual modo, se explora la contribución de la microbiota oral: técnicas de secuenciación masiva están comparando el microbioma bucal de individuos con estomatitis recurrentes frente a sanos, buscando microorganismos o desequilibrios que pudieran desencadenar la inflamación. Un microbioma alterado o la presencia de especies bacterianas específicas podrían actuar como cofactores en las aftas; esto abre la puerta a intervenciones novedosas como el uso de probióticos orales dirigidos a restaurar un equilibrio saludable y reducir la frecuencia de brotes.

En cuanto a tratamientos innovadores, uno de los campos más dinámicos es el desarrollo de terapias biológicas e inmunomoduladoras. Los fármacos biológicos – anticuerpos monoclonales u otras proteínas diseñadas para bloquear mediadores clave de la inflamación – han revolucionado el manejo de enfermedades inmunitarias sistémicas y empiezan a aplicarse en patologías orales severas. Por ejemplo, en casos refractarios de estomatitis aftosa mayor o del síndrome de Behçet, se han reportado éxitos con inhibidores de TNF-α (como infliximab) o con moduladores de la respuesta inmune tipo apremilast, logrando reducir drásticamente la aparición de nuevas úlceras​. Estos tratamientos de alto costo y potenciales efectos secundarios se reservan para situaciones complejas, pero ilustran la tendencia hacia una terapia más específica basada en la inmunopatología individual. Igualmente, se investiga el uso de citocinas recombinantes y factores de crecimiento para prevenir o mitigar la mucositis inducida por quimioterapia; un ejemplo es la palifermina (factor de crecimiento de queratinocitos humano recombinante), ya aprobada para pacientes con trasplante de médula ósea, que ha demostrado disminuir la severidad de la mucositis oral al estimular la regeneración epitelial​. La ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa también ofrecen posibilidades futuristas, como el desarrollo de sustitutos de mucosa oral en laboratorio para injertos en pacientes con destrucción mucosal extensa, o geles bioactivos que liberan mediadores antiinflamatorios de forma localizada y controlada.

Otro frente de innovación es la prevención de las estomatitis de origen infeccioso mediante vacunas o medidas profilácticas. Actualmente no existe una vacuna aprobada contra el virus del herpes simplex, pero se están llevando a cabo ensayos clínicos de vacunas experimentales que, de tener éxito, podrían prácticamente erradicar la gingivoestomatitis herpética primaria y reducir considerablemente el herpes recurrente en la población. Asimismo, la vacunación contra Coxsackie A (virus causante de la “mano-pie-boca” y herpangina) está en estudio, lo que podría disminuir esos episodios de estomatitis vesiculosas en niños. Para la candidiasis oral crónica, se han investigado en modelos animales algunas vacunas anti-Candida con resultados prometedores en reducir la colonización, aunque su aplicación humana aún no es realidad. Mientras tanto, medidas simples como el uso de enjuagues antifúngicos profilácticos en pacientes con prótesis o en quimioterapia representan enfoques actuales para prevenir estomatitis candidiásicas.

En la esfera de la investigación clínica, se están llevando a cabo numerosos ensayos y meta-análisis sobre terapias tradicionales y nuevas para la estomatitis. Por ejemplo, revisiones sistemáticas recientes han comparado la eficacia de los distintos tratamientos tópicos para las aftas (corticoides, amlexanox, clorhexidina, ácido hialurónico, etc.) empleando análisis de red, con el fin de identificar la mejor opción terapéutica disponible. Otros estudios están evaluando remedios alternativos o complementarios: el uso de productos naturales con propiedades antiinflamatorias (como la cúrcuma/curcumina, miel de manuka, aloe vera) en enjuagues o geles ha sido objeto de ensayos controlados en estomatitis recurrentes, mostrando algunos beneficios modestos. La láserterapia mencionada anteriormente ha sido formalmente incorporada en guías internacionales (MASCC/ISOO) para la prevención de mucositis en ciertos contextos de trasplante medular, evidenciando la traslación de la investigación a la práctica clínica.

Finalmente, las tendencias actuales enfatizan un enfoque integral e individualizado del paciente con estomatitis crónica o recidivante. Se busca estratificar a los pacientes según sus factores de riesgo y perfiles biomoleculares, para aplicar estrategias preventivas y terapéuticas a medida. Por ejemplo, un paciente con aftosis muy frecuente y deficiencia de B_12 puede beneficiarse enormemente de la suplementación de esta vitamina​, mientras que otro con aftas ligadas al estrés podría requerir además intervenciones psicológicas o manejo del estrés. La integración de los avances genéticos, inmunológicos y tecnológicos permitirá en el futuro cercano afinar esta medicina personalizada en estomatología. Aunque persisten retos – como la ausencia de una “cura” universal para las aftas o la complejidad de manejar mucositis en politerapia oncológica – el panorama es optimista. Las innovaciones en diagnóstico temprano, junto con terapias dirigidas más efectivas y la educación del paciente, prometen mejorar sustancialmente el pronóstico y la calidad de vida de quienes padecen estomatitis en sus diversas formas.

Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

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