La maloclusión dental es una condición odontológica en la cual los dientes superiores e inferiores no encajan correctamente al morder. En una oclusión normal, las arcadas dentarias se alinean como un engranaje perfecto; sin embargo, en la maloclusión este ajuste falla, provocando una mordida defectuosa. En términos sencillos, significa que existe una “mala mordida” o desalineación dental. Esta alteración puede afectar tanto la funcionalidad de la boca (masticación, habla, deglución) como la estética dental y facial, e incluso repercutir en la salud de la articulación temporomandibular (ATM). Se trata de un problema muy común en la población – de hecho, se estima que más de la mitad de las personas en el mundo presentan algún grado de maloclusión – aunque su severidad varía desde casos leves hasta desajustes graves que requieren atención ortodóncica. A continuación, abordaremos una descripción clínica detallada de la maloclusión, su clasificación, causas, consecuencias y cómo se diagnostica, basándonos en la literatura más reciente y en la experiencia clínica.

Clasificación clínica de las maloclusiones

Existen diversos tipos de maloclusión, y la odontología clasifica estas anomalías principalmente en función de cómo encajan los dientes y los maxilares. Comprender la clasificación clínica es fundamental, ya que cada tipo de maloclusión puede tener implicaciones y tratamientos diferentes. Podemos dividir la clasificación en dos enfoques complementarios: la clasificación de Angle (sagital), ampliamente utilizada en ortodoncia, y las maloclusiones verticales y transversales según el plano espacial afectado.

Clasificación de Angle (relaciones anteroposteriores o sagitales): Este sistema, introducido por Edward H. Angle, se basa en la posición relativa del primer molar superior respecto al primer molar inferior. Identifica tres clases principales:

  • Clase I (Oclusión normal o neutroclusión): Existe una correcta relación molar. El primer molar superior encaja adecuadamente con el primero inferior, como debería ser en una mordida ideal. En principio, Clase I indica que el engranaje molar es normal; sin embargo, puede haber desalineaciones menores de otros dientes (maloclusión de Clase I) aunque la mordida molar sea correcta. Es el caso, por ejemplo, de dientes apiñados o girados pero con bases óseas bien relacionades. Esta es la situación más común de ver: la estética puede estar comprometida aunque la base de mordida sea correcta.
  • Clase II (Distoclusión o retrognatismo): El primer molar superior está adelantado respecto al inferior; en otras palabras, la mandíbula (maxilar inferior) se encuentra en una posición retrasada en relación con el maxilar superior. Visualmente, suele apreciarse un perfil con mentón retraído y a veces los incisivos superiores sobresalen (lo que coloquialmente se llama “dientes salidos”). Esta maloclusión puede subdividirse en II división 1 y 2 según la posición de los incisivos, pero en general implica una sobremordida horizontal aumentada (los dientes superiores muy por delante de los inferiores). Es la maloclusión más prevalente en la población española infantil, y suele tener buen pronóstico de corrección si se trata durante el crecimiento.
  • Clase III (Mesioclusión o prognatismo): Aquí la situación es la opuesta: el primer molar inferior está adelantado respecto al superior. La mandíbula se encuentra protrusiva (hacia adelante) en relación al maxilar superior. Esto da lugar a un perfil facial con mentón prominente y a la característica mordida invertida anterior: al morder, los incisivos inferiores quedan por delante de los superiores. La maloclusión Clase III es menos común que la II y suele asociarse a factores esqueléticos hereditarios. Su corrección puede ser más compleja, especialmente si persiste tras la etapa de crecimiento, a veces requiriendo combinaciones de ortodoncia y cirugía ortognática.
tipos maloclusiones

Maloclusiones verticales: Afectan el plano vertical de la mordida, es decir, cuánto cubren o se separan los dientes superiores e inferiores verticalmente:

  • Mordida abierta: Los dientes superiores e inferiores no llegan a tocarse al cerrar la boca en la parte anterior. Queda un espacio visible entre los incisivos superiores e inferiores. Esto afecta la masticación (especialmente de alimentos frontales) y a menudo produce hábitos compensatorios como la interposición de la lengua; también puede generar dificultades en la pronunciación de ciertos sonidos. Suele estar asociada a hábitos como la succión digital prolongada o la interposición lingual en la infancia.
  • Sobremordida (overbite) aumentada o mordida profunda: Ocurre cuando los incisivos superiores cubren en exceso a los inferiores al morder. En casos extremos, los dientes inferiores prácticamente desaparecen detrás de los superiores. Esta situación puede provocar desgaste del borde de los incisivos inferiores e incluso irritación o lesión del paladar por el contacto excesivo. Una sobremordida marcada a veces coincide con la Clase II, aunque también puede presentarse con relaciones molares normales.
  • Mordida borde a borde: Es una variación en la cual los incisivos superiores e inferiores contactan directamente por sus bordes (topan entre sí al cerrar, sin sobreposición). Esto puede llevar a un desgaste incisivo acelerado. Es una relación inestable, ya que idealmente los superiores deberían sobrepasar ligeramente a los inferiores.

Maloclusiones transversales: Involucran el plano transversal (ancho del maxilar/mandíbula):

  • Mordida cruzada (crossbite): Se presenta cuando uno o varios dientes superiores ocluyen por dentro de los inferiores en lugar de por fuera, o viceversa. Puede ser anterior (un incisivo superior queda por detrás de un inferior, generando una “mordida invertida” localizada) o posterior (por ejemplo, el maxilar superior es estrecho y los premolares o molares superiores muerden por dentro de la arcada inferior). Resultado: la arcada superior no abarca correctamente a la inferior. La mordida cruzada unilateral puede causar desviación mandibular funcional (la mandíbula se desvía hacia un lado al cerrar).
  • Mordida en tijera: Es lo contrario de la cruzada: un diente o sector superior muerde totalmente por fuera de la arcada inferior, sin contacto (como si las arcadas estuvieran “demasiado separadas” lateralmente). Por ejemplo, todos los dientes superiores de un lado quedan por la cara externa de los inferiores del mismo lado. Es menos frecuente, pero implica que ciertas piezas no engranan entre sí, quedando un espacio lateral.
maloclusión dental

Cada tipo de maloclusión puede impactar de forma distinta. Por ejemplo, una mordida abierta anterior frecuentemente causa problemas de fonación (habla) y estética dental al sonreír, mientras que una Clase II división 1 (con maxilar superior adelantado) puede predisponer a traumatismos en los incisivos superiores expuestos. Por otro lado, una Clase III severa puede comprometer la eficacia masticatoria de los dientes anteriores y generar sobrecarga en molares. Es importante destacar estas diferencias clínicas porque guían al ortodoncista en el enfoque de tratamiento y en la priorización de objetivos (función vs. estética vs. salud articular).

Etiología: causas de la maloclusión (genéticas y adquiridas)

La maloclusión suele ser el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. Entender su etiología ayuda no solo a su tratamiento sino también a la prevención en edades tempranas. Entre las principales causas o factores que pueden originar una maloclusión se encuentran:

  • Factor genético y hereditario: La forma y tamaño de los maxilares y de los dientes están influenciados por la herencia familiar. Es común que un niño herede, por ejemplo, la mandíbula pequeña de uno de sus padres y los dientes grandes del otro, resultando en apiñamiento (falta de espacio). Asimismo, ciertas discrepancias óseas (mandíbula prominente o retruida) suelen correr en la familia. En resumen, la carga genética puede predisponer a desajustes en la mordida que “vienen de nacimiento”. Algunos síndromes craneofaciales (labio leporino y paladar hendido, síndrome de Pierre-Robin, etc.) conllevan maloclusiones severas, aunque estos casos son menos comunes.
  • Desproporción entre el tamaño de dientes y maxilares: Relacionado con lo anterior, incluso sin antecedentes familiares claros, puede haber diferencias de tamaño: mandíbulas pequeñas con dientes normales o grandes resultan en dientes montonados; por el contrario, maxilares grandes con dientes pequeños pueden generar espacios o diastemas. Cualquiera de estas desproporciones conduce a una alineación anómala. La investigación indica que la incompatibilidad de tamaño diente-maxilar es la causa más común de dientes mal alineados.
  • Hábitos orales infantiles prolongados: Son una causa adquirida muy frecuente de maloclusión. El esqueleto facial de un niño es moldeable, por lo que ciertos hábitos pueden desviarlo de su patrón normal:
    • Succión digital (chuparse el dedo): La presión crónica del dedo contra el paladar y los dientes frontales puede producir un paladar estrecho y alto y una mordida abierta anterior. Este hábito empuja los incisivos superiores hacia adelante y los inferiores hacia adentro, desencadenando maloclusión.
    • Uso prolongado del chupete o biberón: Si se extiende más allá de los 2-3 años de edad, también puede deformar el arco maxilar superior y alterar la erupción normal de los incisivos, favoreciendo la mordida abierta. Se recomienda retirar el chupete idealmente antes de los 2 años para evitar estos efectos.
    • Deglución atípica e interposición lingual: Algunos niños al tragar empujan la lengua contra los dientes frontales en vez de contra el paladar (“deglución infantil persistente”). Esta interposición lingual repetida entre las arcadas genera presión que puede impedir que los incisivos se toquen, causando o manteniendo una mordida abierta.
    • Respiración oral crónica: Niños que respiran habitualmente por la boca (por alergias, adenoides hipertróficas u otros motivos) tienden a mantener la boca abierta. Esto altera el equilibrio muscular: la lengua permanece baja y no ensancha el paladar, los labios no ejercen su función sobre los dientes. Con el tiempo, puede resultar en un paladar ojival (estrecho) y una postura adelantada de la cabeza. La respiración oral se asocia a mordida abierta posterior o anterior y a patrones de crecimiento facial alargado.
  • Pérdida prematura de dientes temporales (de leche) por caries o trauma: Si un diente de leche se pierde mucho antes de tiempo y no se mantiene el espacio, los dientes adyacentes pueden moverse e invadir ese espacio. Entonces, cuando erupcione el diente permanente sucesor, encontrará menos sitio y probablemente quedará mal posicionado (inclinado, girado o retenido). Por eso, la caries rampante en dentición decidua es un factor que predispone a maloclusiones futuras. Del mismo modo, la ausencia congénita (agenesia) de algún diente permanente o la pérdida de un permanente por accidente a edad temprana, pueden generar migraciones dentarias indeseadas y maloclusión.
  • Hábitos lesivos o parafunciones en adolescentes/adultos: Morderse las uñas, masticar continuamente objetos duros (como bolígrafos) o el bruxismo (apretar/rechinar dientes) no suelen ser la causa inicial de una maloclusión grande, pero sí pueden agravar un desarreglo leve o causar desgastes y migraciones dentarias que alteren la mordida con el tiempo.
  • Desarrollo inadecuado por alteraciones funcionales: Por ejemplo, problemas musculares o neurológicos que afecten la musculatura orofacial pueden influir en la posición de los maxilares. Un tono muscular anormal (muy alto o muy bajo) en labios, mejillas o lengua durante el crecimiento podría contribuir a maloclusiones.

En muchos pacientes, la maloclusión no tiene una única causa sino que es multifactorial. Por ejemplo, un niño genéticamente predispuesto a tener mandíbula pequeña que además chupa dedo hasta los 5 años, casi seguramente desarrollará una maloclusión notable. Identificar los factores etiológicos es importante: si se detectan a tiempo (por ejemplo, eliminar un hábito nocivo pronto), podemos minimizar la severidad de la maloclusión resultante.

Consecuencias de la maloclusión: impacto funcional, estético y psicológico

Una maloclusión no es solo una cuestión de “dientes torcidos”; sus efectos pueden abarcar desde dificultades prácticas en la vida diaria hasta implicaciones emocionales. Las consecuencias de tener una maloclusión, especialmente si es moderada o severa, incluyen:

Consecuencias funcionales:

  • Dificultad para masticar correctamente: Cuando la mordida no encaja bien, la eficiencia masticatoria disminuye. Algunas personas con maloclusiones notan que no trituran bien ciertos alimentos o tienen que hacer esfuerzos adicionales al comer. Por ejemplo, en una mordida abierta anterior, morder alimentos como hortalizas crudas o pizzas con los incisivos se vuelve complicado, mientras que en una Clase II muy marcada, los molares pueden no contactar adecuadamente. A largo plazo, una masticación deficiente puede afectar la digestión y la nutrición, aunque el cuerpo suele adaptarse en parte a estas limitaciones.
  • Problemas en el habla (fonación): La posición de los dientes influye en la articulación de sonidos. Maloclusiones significativas (como mordidas abiertas o grandes separaciones) pueden provocar dificultades para pronunciar ciertos fonemas, produciendo ceceo o silbidos involuntarios al hablar. Por ejemplo, los niños con mordida abierta a menudo presentan interposición lingual al hablar, lo cual afecta sonidos como la “s” o la “z”. Estos problemas de dicción pueden persistir si la maloclusión no se corrige.
  • Desgaste y daño dental desigual: En una oclusión normal las fuerzas se reparten equilibradamente. Pero si los dientes contactan de forma anómala, algunas piezas soportan cargas excesivas. Esto puede llevar a desgaste acelerado del esmalte en zonas puntuales. Por ejemplo, en una mordida borde a borde, los bordes incisales se liman rápidamente; en una maloclusión Clase III, los incisivos inferiores pueden desgastar las caras internas de los superiores. Además, las fuerzas desequilibradas pueden causar microfracturas o fisuras en dientes sobrecargados, e incluso movilidad dental con el tiempo. Se ha medido que apretar con maloclusión puede generar presiones muy altas de forma concentrada, dañando las estructuras dentarias.
  • Trastornos de la articulación temporomandibular (ATM): Una mala alineación de la mordida puede predisponer a disfunciones de la ATM. Si la mandíbula cierra en una posición forzada o inadecuada para lograr contacto dental, la articulación sufre. Esto puede manifestarse como dolor en la mandíbula al abrir o masticar, chasquidos articulares, cansancio muscular en la cara y hasta cefaleas tensionales frecuentes. Por ejemplo, maloclusiones severas como Clase II división 2 (con mordida muy profunda) o ciertas mordidas cruzadas laterales, pueden asociarse a síndromes de dolor/disfunción de ATM. Corregir la maloclusión a menudo mejora estos síntomas.
  • Dificultad para mantener una buena higiene oral: Dientes apiñados o montados unos sobre otros crean áreas de cepillado complicado. Los pacientes con apiñamiento severo tienen mayor retención de placa bacteriana, especialmente en zonas interproximales inaccesibles al cepillo o al hilo dental. Como consecuencia, aumenta el riesgo de caries y enfermedad periodontal (gingivitis y periodontitis) en esas zonas. Por ejemplo, un canino mal posicionado que quede fuera de la arcada acumulará placa en sus recovecos, pudiendo desencadenar inflamación gingival crónica. Estudios poblacionales han indicado que la malposición dental contribuye a una peor salud periodontal a largo plazo.

Consecuencias estéticas:

  • Sonrisa y estética dental alteradas: Una dentadura bien alineada suele considerarse atractiva. Por el contrario, en maloclusiones notorias, la apariencia de la sonrisa y del rostro puede verse comprometida. Dientes muy apiñados, desviados o con espaciamiento excesivo pueden generar inseguridad al sonreír en público. Maloclusiones Clase II provocan a veces un aspecto de “dientes salidos” o un perfil convexo (labio superior adelantado), mientras que Clase III da un perfil cóncavo (mandíbula prominente). Incluso maloclusiones verticales (mordida abierta) afectan la estética, pues se ve un espacio entre los dientes frontales al cerrar. Estas cuestiones estéticas, aunque subjetivas, son una de las razones principales por las que adolescentes y adultos buscan tratamiento ortodóntico.
  • Desproporciones faciales: Cuando la maloclusión tiene un componente esquelético (maxilar o mandíbula discrepantes), puede influir en la armonía facial. Por ejemplo, una mandíbula pequeña retruida puede hacer que el mentón casi no se perciba en el perfil; un maxilar superior estrecho puede hundir la mitad media de la cara; una mandíbula grande puede dar un aspecto prognático. Si bien la estética facial depende de muchos factores, la relación entre maxilares que subyace a la mordida es fundamental.

Consecuencias psicológicas:
Las implicaciones funcionales y estéticas anteriormente descritas a menudo repercuten en el ámbito psicológico y social del paciente:

  • Autoestima y confianza: Numerosos estudios han mostrado que las maloclusiones moderadas a severas pueden tener un impacto negativo en la autoestima, especialmente en adolescentes. La percepción de una sonrisa “fea” o dientes muy fuera de lugar puede generar inseguridad, llevar a evitar sonreír en fotos o taparse la boca al reír o hablar. A medida que la maloclusión empeora (según índices clínicos), se observa una correlación con mayor impacto psicosocial negativo. En pocas palabras, a peor maloclusión, más afecta la calidad de vida relacionada con la imagen dental.
  • Relaciones sociales: Un joven acomplejado por sus dientes podría retraerse socialmente o ser objeto de comentarios indeseados. Aunque hoy existe más conciencia y empatía, el aspecto de los dientes influye en la impresión personal. Por ello, corregir la maloclusión suele mejorar significativamente la autopercepción y la interacción social: pacientes tras la ortodoncia reportan sentirse más seguros al sonreír y hablar.
  • Funciones emocionales diarias: Dolor crónico de mandíbula o de cabeza derivado de una maloclusión puede afectar el estado de ánimo, causando irritabilidad o dificultad de concentración. Además, trastornos de sueño (por bruxismo asociado, por ejemplo) pueden aparecer. Indirectamente, una maloclusión que cause respiración oral podría contribuir a trastornos del sueño o fatiga, lo cual también afecta psicológicamente (ánimo, rendimiento).

En casos muy específicos, la maloclusión puede tener otras consecuencias sistémicas. Por ejemplo, investigaciones recientes han encontrado una asociación sutil pero presente entre maloclusión y postura corporal: un mal encaje dental puede alterar ligeramente la posición mandibular y, por reflejo, la posición de la cabeza y cuello, influyendo en el equilibrio postural. Se ha observado que mejorar la oclusión puede mejorar el control postural en ciertas condiciones. Esto es especialmente relevante en deportistas de élite, donde una oclusión corregida podría prevenir lesiones por desequilibrios. Si bien estas relaciones postura-mordida no afectan a todos por igual, nos recuerdan que la boca forma parte integral del organismo y su alineación repercute más allá de la sonrisa.

En resumen, tratar una maloclusión no solo busca lograr una sonrisa alineada, sino también mejorar la función oral y prevenir problemas futuros. Una maloclusión moderada o severa no corregida conlleva riesgo de caries, enfermedad de encías, desgaste dental, dolor articular y afectación psicológica. Por eso, los especialistas enfatizan la importancia de abordar estas alteraciones a tiempo.

Diagnóstico clínico de la maloclusión y herramientas utilizadas

El diagnóstico de una maloclusión comienza con una evaluación clínica y se apoya en diversas herramientas de diagnóstico por imagen y de registro. Identificar correctamente el tipo y la gravedad de la maloclusión es fundamental para planificar un tratamiento adecuado o tomar medidas interceptivas tempranas. Los pasos y herramientas habituales son:

  • Examen clínico odontológico: El dentista general o el ortodoncista realizará una inspección visual de la alineación dental. Esto incluye observar la posición de cada diente, la relación de mordida de los molares e incisivos (encaje de la oclusión), y examinar desde distintos ángulos cómo cierra el paciente. Se suelen revisar las relaciones molar y canina (pilares de la clasificación Angle), la presencia de mordidas abiertas o cruzadas y medir el resalte (overjet) y la sobremordida vertical (overbite) en milímetros. Parte del examen es funcional: se le pedirá al paciente que muerda y haga movimientos mandibulares para detectar contactos anormales, desviaciones al cerrar o ruidos articulares. A menudo, el clínico utilizará un pequeño espejo intraoral y levantará suavemente los labios y mejillas del paciente para ver cómo encajan los dientes posteriores. Este examen puede revelar claramente una maloclusión y su tipo general.
  • Revisión del historial y antecedentes: Es importante conocer si el paciente tuvo hábitos de infancia (chupete, etc.), a qué edad perdió los dientes de leche, si ha habido traumatismos o tratamientos previos de ortodoncia. También se indaga sobre síntomas asociados: dolores de mandíbula, ruidos articulares, dificultades al masticar o hablar, para tener un panorama completo del impacto de la maloclusión.
  • Registros fotográficos: Normalmente se toman fotografías clínicas del paciente: extraorales (frente y perfil, con sonrisa y en reposo) e intraorales (de la mordida desde frente, lados y oclusales). Estas fotos ayudan a documentar la maloclusión y son útiles para comparativas antes/después del tratamiento. Además, permiten analizar la estética facial y son una referencia visual para planificar la corrección.
  • Modelos de estudio (analógicos o digitales): Tradicionalmente se toman moldes de la dentadura con alginato para obtener modelos de yeso que reproducen la arcada superior e inferior del paciente. Hoy en día, esto se reemplaza o complementa con escáneres intraorales 3D, que generan modelos digitales precisos. Con los modelos, el ortodoncista puede medir exactamente discrepancias, simular el encaje de las arcadas por fuera de la boca y hacer un análisis en detalle de espacios, tamaño de dientes, discrepancia diente-hueso, etc. Es una herramienta crucial para diagnosticar problemas de espacio (apiñamiento vs diastemas) y planificar movimientos dentarios.
  • Radiografías dentales y cefalométricas: La imaginería es indispensable para evaluar componentes óseos y dentales no apreciables externamente. Las más utilizadas son:
    • Ortopantomografía (radiografía panorámica): Permite ver en una sola imagen todos los dientes (erupcionados y no erupcionados), los maxilares y articulaciones. Sirve para descartar anomalías estructurales, presencia de dientes retenidos, agenesias, estado de raíces y hueso. Por ejemplo, revela si las muelas del juicio podrían influir en apiñamiento futuro.
    • Telerradiografía lateral de cráneo (cefálica lateral): Es fundamental en ortodoncia. Se toma de perfil y muestra la relación entre el maxilar superior, la mandíbula y la base del cráneo. Con esta radiografía se realizan trazados cefalométricos: mediciones de ángulos y distancias que indican el tipo de crecimiento facial (más horizontal o vertical), la posición del maxilar y mandíbula respecto al cráneo, la inclinación de los dientes, etc. Esto ayuda a diagnosticar, por ejemplo, si una maloclusión Clase III es por mandíbula grande o maxilar pequeño, o si una mordida abierta es por patrón esqueletal vertical aumentado.
    • Radiografías periapicales o bite-wing: Pueden tomarse de zonas específicas si se sospecha algún problema dental puntual, para evaluar raíces, caries interdentales, etc., que pudieran influir en el plan (por ejemplo, verificar que un diente que se moverá ortodóncicamente no tenga infecciones o pérdida ósea).
    • Radiografía posteroanterior (frontal): Menos común, pero útil en ciertos casos de asimetría o mordidas cruzadas, pues muestra si existe desviación mandibular u ósea en el plano frontal.
  • Otras imágenes y pruebas complementarias: En casos complejos:
    • Fotografías y vídeos funcionales: para documentar cómo habla o mastica el paciente, especialmente si hay trastornos como un ceceo o desviación mandibular al morder.
    • Resonancia magnética de ATM: si se sospecha un problema interno en la articulación temporomandibular concomitante con la maloclusión (desplazamiento de disco articular, por ejemplo).
    • Análisis postural o estudio de la marcha: (usado en investigaciones especializadas) cuando se quiere evaluar la influencia de la oclusión en la postura, aunque no es parte rutinaria del diagnóstico ortodóncico clásico.

Tras recabar estos datos, el odontólogo u ortodoncista analiza la información: clasifica la maloclusión del paciente, determina su severidad (existen índices como el Índice de Necesidad de Tratamiento Ortodóntico, IOTN, que combinan criterios estéticos y clínicos), y elabora un plan si es necesario. Es clave distinguir si la maloclusión es dentaria (por mala posición de dientes, con bases óseas correctas) o esquelética (por discrepancia de maxilar/mandíbula), o mixta, pues esto define el enfoque terapéutico.

Un aspecto importante del diagnóstico es detectar la maloclusión a edades tempranas. Muchos signos pueden observarse en niños en dentición mixta (cuando conviven dientes de leche y permanentes) alrededor de los 6-9 años. Por ejemplo, una mordida cruzada posterior unilateral en un niño de 7 años es diagnosticable fácilmente y merece atención inmediata para evitar que la mandíbula crezca desviada. Aquí entra el concepto del diagnóstico precoz, que desarrollamos en la siguiente sección.

Epidemiología de la maloclusión: ¿qué tan frecuente es?

La maloclusión es, tras la caries dental y la enfermedad periodontal, uno de los problemas bucales más frecuentes a nivel mundial. Diversos estudios epidemiológicos han intentado cuantificar su prevalencia en distintas poblaciones y edades. Los hallazgos clave son:

  • Alta prevalencia global: Se estima que aproximadamente 1 de cada 2 personas en el mundo presenta algún grado de maloclusión. Una revisión sistemática reciente arrojó una prevalencia mundial promedio de ~56% en niños y adolescentes. Esta cifra incluye maloclusiones leves que quizás no requieren tratamiento activo, pero indican que más de la mitad de la población no tiene una oclusión perfecta. Europa mostró prevalencias aún mayores (hasta un 72% en promedio), mientras que otras regiones como Asia y América presentaron entre 48% y 53%. África reportó las prevalencias más altas en algunos estudios (hasta 81%). Aunque las metodologías varían, la conclusión es que la maloclusión es extremadamente común a nivel global.
  • Tercer problema bucodental más común: La Organización Mundial de la Salud (OMS) y reportes de salud pública señalan a las maloclusiones dentales como la tercera patología oral más frecuente, solo superada por las caries y las enfermedades de las encías. Esto les otorga importancia como cuestión de salud pública, no solo estética. Aunque la maloclusión no pone en riesgo la vida, su alta prevalencia y sus efectos acumulativos en la calidad de vida justifican programas de detección y atención ortodóncica.
  • Distribución según severidad: No todas las maloclusiones son Distribución según gravedad: No todas las maloclusiones son severas; de hecho, muchas personas tienen desalineaciones leves que no les generan mayor problema funcional ni estético. Estas a veces pasan inadvertidas o no motivan tratamiento. Sin embargo, un porcentaje importante sí presenta maloclusiones moderadas a severas que requieren intervención. En España, por ejemplo, se ha estimado que aproximadamente un 15% de la población tiene maloclusión moderada o severa que normalmente necesitaría tratamiento ortodóncico corrector. Este dato, proveniente de encuestas nacionales de salud oral, se ha mantenido relativamente estable en los últimos años. Es decir, alrededor de uno de cada seis-siete españoles tendría una maloclusión significativa.
  • Diferencias por edad: En la niñez, la prevalencia de maloclusiones puede ser alta pero muchas son transitorias (debidas a dientes de leche mal posicionados que luego se corrigen cuando erupcionan los permanentes). A la edad de 12 años (cuando la dentición permanente está casi completa) es un buen momento para medir la necesidad de ortodoncia. En España, alrededor del 9,7% de los niños de 12 años llevan aparatos de ortodoncia, porcentaje que sube al 12,6% a los 15 años. Este aumento refleja que en la adolescencia se abordan muchos casos diagnosticados en la niñez. En adultos jóvenes, el uso de ortodoncia es menor (se reporta 2% en la encuesta mencionada) posiblemente porque quienes lo necesitaron ya lo hicieron de niños o por menor demanda en esa etapa. Con el auge de la ortodoncia invisible y estética, cada vez más adultos buscan tratamiento, pero aún así, las cifras infantiles/adolescentes son mayores.
  • Diferencias por sexo: La mayoría de estudios no encuentran diferencias dramáticas entre hombres y mujeres en cuanto a prevalencia de maloclusión – ambos sexos se ven igualmente afectados. Sin embargo, sí puede haber diferencias en la percepción: las mujeres jóvenes tienden a buscar tratamiento ortodóntico por estética con algo más de frecuencia, según algunas encuestas, aunque esto también está nivelándose.
  • Tipos más frecuentes: Respecto a la distribución de tipos de maloclusión, los estudios indican que la maloclusión Clase I (con apiñamiento u otros problemas dentarios menores) es la más común en términos absolutos (ya que incluye cualquier desviación con bases óseas normales). Entre las discrepancias esqueléticas, la Clase II es más prevalente que la Clase III en la mayoría de poblaciones. Por ejemplo, en Europa se ven más casos de perfil convexo (Clase II) que de perfil cóncavo (Clase III). Las mordidas abiertas y cruzadas también varían por grupo étnico y hábitos: ciertas poblaciones infantiles con altos índices de hábitos de succión presentan más mordidas abiertas. Globalmente, se reconoce que Clase II distal y el apiñamiento anterior superior figuran entre las manifestaciones más habituales de maloclusión.

En conclusión de epidemiología, la maloclusión afecta a una porción amplísima de la población mundial, lo que justifica los esfuerzos en detección temprana. Aunque no todas requieren tratamiento, identificar aquellas que sí (por severidad o por riesgo de empeorar) es fundamental para mejorar la salud bucodental pública.

Importancia del diagnóstico precoz

Detectar una maloclusión a tiempo puede marcar la diferencia en el pronóstico y la sencillez del tratamiento. La ortodoncia interceptiva durante el crecimiento puede incluso evitar que una maloclusión incipiente se agrave. Por ello, es altamente recomendable realizar una evaluación ortodóncica temprana, incluso antes de que todos los dientes permanentes hayan erupcionado.

Los especialistas (tanto ortodoncistas como pediatras odontológicos) sugieren que la primera revisión ortodóncica ocurra alrededor de los 6-7 años de edad. A esta edad, el niño ya tiene sus primeros molares permanentes y algunos incisivos definitivos, lo que permite apreciar la relación de bases óseas (indicadores de Clase I, II o III) y detectar problemas como mordidas cruzadas, abiertas o hábitos perjudiciales en curso. La Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), por ejemplo, aconseja la visita al ortodoncista no más tarde de los 7 años aunque aparentemente “todo esté bien”, justamente para descartar o confirmar maloclusiones de forma precoz.

¿Por qué es tan importante el diagnóstico precoz? Algunas razones:

  • Tratamientos más simples y eficaces: Ciertos problemas, si se abordan pronto, se corrigen con aparatos removibles o simples guías de erupción, evitando tratamientos complejos más adelante. Por ejemplo, un expansor de paladar colocado a tiempo puede corregir una mordida cruzada y crear espacio para dientes permanentes, eliminando la necesidad de extracciones futuras. Los niños en crecimiento responden mucho mejor a la ortopedia de los maxilares – sus huesos se pueden guiar en la dirección correcta (p.ej. estimular crecimiento mandibular en un Clase II, o frenarlo en un Clase III) cosa que en la adultez requeriría cirugía.
  • Evitar daños acumulativos: Si se detecta que un niño tiene un contacto prematuro o una desviación mandibular funcional, el ortodoncista puede actuar antes de que eso cause asimetrías faciales permanentes o desgaste dental unilateral. Del mismo modo, frenar hábitos como chuparse el dedo a los 4-5 años puede permitir que el paladar se remodele solo en gran medida, corrigiendo parcialmente la maloclusión de forma espontánea.
  • Mejorar funciones desde edades tempranas: Un niño que empieza a respirar por la nariz en vez de por la boca gracias a corregir su mordida/posición mandibular, tendrá un mejor desarrollo físico general (la respiración nasal mejora la oxigenación y el descanso). O un pequeño con malposición dental que afectaba su habla podrá superar antes sus trabas en el lenguaje con la ayuda foniátrica adecuada tras alinear ligeramente sus dientes.
  • Planificación integral: A veces, el diagnóstico precoz no conlleva intervenir de inmediato, pero sí permite planificar. El ortodoncista puede monitorear el recambio dentario, indicar extracciones seriadas de dientes de leche en ciertos casos para guiar a los permanentes, o simplemente programar el inicio del tratamiento en el momento óptimo. Esto genera tranquilidad en los padres y pacientes, al tener un “mapa de ruta” claro.

En definitiva, identificar la maloclusión lo antes posible proporciona más herramientas y tiempo para manejarla adecuadamente. Es más fácil, más rápido y menos costoso tratar problemas de mordida en niños y adolescentes que en adultos. En adultos también es posible (y cada vez más frecuente) corregir maloclusiones, pero muchas veces implica uso prolongado de aparatos e incluso cirugía ortognática en maloclusiones esqueléticas severas.

Clínicamente, un diagnóstico precoz se traduce en mejores resultados y en la prevención de complicaciones. Por eso, los padres deben llevar a sus hijos a revisiones regulares desde la erupción de los primeros dientes, y especialmente solicitar evaluación ortodóncica alrededor de los 7 años aunque el dentista general no note nada alarmante. Igualmente, cualquier adulto que note problemas en su mordida debe consultar, independientemente de la edad – nunca es “demasiado tarde” para evaluar opciones de mejora.

cta clearden 2025
Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

También te puede interesar:

Maloclusión

Bienvenido a nuestro diccionario odontológico, un recurso completo donde encontrarás definiciones claras y precisas de términos relacionados con la odontología. Desde conceptos básicos hasta terminología avanzada, esta guía te ayudará a comprender mejor el mundo de la salud bucodental.

Logotipo Cleardent 2025
© 2025 Cleardent SL. Todos los derechos reservados
cleardent home logo cabecera
@1xClose Created with Sketch.