La pulpa dental (o pulpa dentaria) es un tejido conectivo blando y altamente especializado que ocupa el interior de los dientes, alojado en la llamada cámara pulpar de la corona y extendiéndose por los conductos radiculares de las raíces, rodeado completamente por la dentina. Es el único tejido vivo del diente, compuesto por células, fibras y una rica vascularización e inervación. Por su localización y composición, la pulpa cumple funciones vitales en el desarrollo, nutrición y sensibilidad de la pieza dental. En terminología coloquial se la ha denominado erróneamente “nervio del diente”, pero en realidad abarca mucho más: es el núcleo biológico del diente, indispensable para mantener su vitalidad y capacidad reparativa.

Importancia en odontología

En la odontología moderna, la pulpa dental tiene una relevancia central. Su estado de salud determina en gran medida el pronóstico del diente; una pulpa sana contribuye a la longevidad de la dentición, mientras que lesiones pulpares (como la pulpitis o la necrosis pulpar) son causas comunes de dolor dental agudo y pueden llevar a la necesidad de tratamientos de endodoncia (tratamiento de conductos)​. El conocimiento detallado de la pulpa y de la respuesta pulpar ante lesiones o caries es fundamental para los odontólogos, ya que permite diseñar terapias conservadoras que preserven la vitalidad pulpar siempre que sea posible, o intervenciones endodónticas efectivas para eliminar tejido pulpar enfermo cuando es irreversible. En suma, la pulpa dental es un componente clave del “complejo dentino-pulpar”, un binomio estructural y funcional cuyo adecuado funcionamiento es esencial para la salud bucodental.

Componentes y características principales

Anatomía de la pulpa dental

Anatómicamente, la pulpa se divide en regiones correspondientes a la forma del diente. En la porción coronal se encuentra la cámara pulpar, un espacio amplio dentro de la corona donde la pulpa se expande conformando los cuernos pulpares bajo cada cúspide (proyecciones de pulpa que siguen la forma de las cúspides dentales). Hacia las raíces, la cámara pulpar se afina dando origen a uno o más conductos radiculares que recorren el interior de cada raíz hasta el ápice. En el ápice radicular, la pulpa se conecta con los tejidos periapicales a través del foramen apical, una pequeña abertura por donde entran y salen los vasos sanguíneos y nervios pulpares. Algunos dientes pueden presentar conductos accesorios o laterales, que son comunicaciones adicionales entre la pulpa y el ligamento periodontal a través de pequeños orificios en la raíz. La forma y número de conductos radiculares varía según el diente y el individuo (por ejemplo, los molares suelen tener múltiples conductos, mientras que los dientes anteriores generalmente tienen uno). Toda esta cavidad interna que contiene la pulpa está delimitada por paredes de dentina, un tejido duro pero poroso que protege a la pulpa a la vez que permite comunicación a través de los túbulos dentinarios.

Desde el punto de vista macroscópico, la pulpa tiene una consistencia gelatinosa blando-fibrosa, adaptada al espacio relativamente rígido que la contiene. En la cámara pulpar coronal se suele encontrar un mayor volumen de tejido pulpar, mientras que en los conductos radiculares el tejido se dispone en forma de cordón fino. Con la edad o ante estímulos crónicos, es común que disminuya el tamaño de la cámara pulpar por formación de dentina secundaria o terciaria, fenómeno conocido como recesión pulpar: la pulpa se “retira” ligeramente al producir más dentina, reduciendo su espacio. También pueden formarse calcificaciones conocidas como piedras pulpares dentro de la cámara o conductos, especialmente en individuos de edad avanzada o tras microtraumas repetidos; estas calcificaciones pueden ser difusas o nódulos de dentina y, si bien generalmente son asintomáticas, a veces complican los tratamientos endodónticos al dificultar la localización o permeabilidad de los conductos.

Células y matriz extracelular

Histológicamente, la pulpa dental es un tejido conectivo laxo ricamente celular y vascularizado. Está compuesto por una matriz extracelular gelatinosa (sustancia fundamental) en la que se entrelazan fibras colágenas y reticulares, y en la que residen varios tipos celulares especializados:

  • Odontoblastos: Son células altamente diferenciadas que tapizan la periferia pulpar, justo en el límite con la dentina. Cada odontoblasto tiene forma alargada con una prolongación (el proceso odontoblástico) que se extiende dentro de un túbulo dentinario. Su función principal es la dentinogénesis, es decir, la formación de dentina a lo largo de la vida del diente. Durante el desarrollo producen la dentina primaria (que conforma la mayor parte del diente), y posteriormente continúan produciendo dentina secundaria de forma lenta y regular. Ante estímulos lesivos (caries avanzadas, abrasión, trauma), pueden inducir la formación de dentina terciaria (reparadora o reactiva) como mecanismo de defensa, contribuyendo a sellar o aislar la agresión. Los odontoblastos, aunque diferenciados, pueden sobrevivir toda la vida del diente si la pulpa permanece sana, y no se dividen; si mueren (por agresión severa), no se regeneran espontáneamente, aunque pueden ser reemplazados por células nuevas diferenciadas a partir de células progenitoras pulpares en ciertos casos de reparación limitada.
  • Fibroblastos: Son las células más abundantes de la pulpa. Sintetizan y mantienen la matriz extracelular, produciendo colágeno, fibras reticulares y moléculas de la sustancia fundamental (como proteoglicanos y glicoproteínas). Los fibroblastos pulpares tienen alta actividad en la pulpa joven, manteniendo un equilibrio dinámico de la matriz; con la edad, tienden a disminuir en número y la matriz se vuelve más fibrosa (los fibroblastos inactivos se denominan fibrocitos). Desempeñan también un papel importante en la cicatrización interna de la pulpa tras lesiones menores, produciendo tejido reparativo. En condiciones de estimulación crónica, su actividad puede conducir a esclerosis dentinaria (oclusión de túbulos) o fibrosis pulpar difusa.
  • Células mesenquimales indiferenciadas: La pulpa, al derivar de la papila dental embrionaria, conserva una población de células madre mesenquimales adultas. Estas células troncales pulpares tienen la capacidad de diferenciarse en varios tipos celulares (odontoblastos, osteoblastos, adipocitos, etc.) bajo estímulos adecuados​. Son esenciales para la capacidad reparativa de la pulpa: por ejemplo, tras una lesión que destruye odontoblastos, estas células madre pueden activarse y diferenciarse en nuevos odontoblastos o células formadoras de dentina reparativa. En la pulpa joven, la cantidad de células progenitoras es mayor, lo que le confiere al tejido una mayor capacidad regenerativa; con la edad, su número disminuye, reduciendo la habilidad de la pulpa para recuperarse de lesiones extensas.
  • Células inmunitarias: La pulpa dental tiene su propio sistema inmunológico local. Se encuentran células dendríticas (presentadoras de antígeno) localizadas principalmente bajo la capa odontoblástica, preparadas para detectar la entrada de patógenos desde la dentina; macrófagos residentes, que fagocitan bacterias y desechos celulares; y linfocitos (principalmente linfocitos T y células NK) y otras células inflamatorias que pueden migrar desde la circulación sanguínea hacia la pulpa cuando ocurre un desafío infeccioso. Estas células inmunes constituyen la primera línea de defensa contra la caries profunda que alcanza la pulpa o frente a infecciones que lleguen por vía sistémica. Gracias a ellas, la pulpa puede montar una respuesta inflamatoria aguda (pulpitis) para intentar eliminar o contener una infección, aunque esa misma respuesta inflamatoria, en un espacio confinado, puede volverse perjudicial para el propio tejido (ver más adelante).
  • Otras células: Entre las células pulpares también se incluyen células endoteliales (que revisten el interior de los capilares y vasos sanguíneos pulpares), pericitos asociados a los capilares (con funciones en la regulación del flujo sanguíneo y en procesos reparativos), fibras nerviosas y células de Schwann (asociadas a la mielinización de axones en la pulpa), y ocasionalmente células cementoblastoides cerca del foramen apical. No hay neuronas con cuerpo celular propio en la pulpa (los cuerpos neuronales se ubican en el ganglio trigeminal), pero sí abundantes terminaciones axonales de neuronas sensitivas y fibras del sistema nervioso autónomo (simpático) que llegan desde el exterior.

La matriz extracelular de la pulpa está compuesta por un andamiaje de colágeno tipo I y III principalmente, fibras reticulares que aportan soporte, y una sustancia fundamental amorfa rica en agua, ácido hialurónico, condroitín sulfato, dermatan sulfato y otras moléculas que permiten la difusión de nutrientes y facilitan la migración celular. Esta matriz blanda amortigua a las células y estructuras vasculonerviosas, pero al mismo tiempo está contenida por las paredes rígidas de dentina, lo que tiene implicaciones importantes en la dinámica de la inflamación (el edema en la pulpa se encuentra confinado por la dentina, generando incremento de presión interno).

Vascularización e inervación

La pulpa dental es un tejido altamente vascularizado. Arterias pequeñas (arteriolas) penetran desde el periodonto apical a través del foramen apical de cada raíz, ramificándose dentro de la pulpa. Estas arteriolas dan lugar a una rica red de capilares en la zona subodontoblástica (justo debajo de la capa de odontoblastos), que irriga el tejido y suministra oxígeno y nutrientes a todas las células pulpares, incluida la dentina adyacente (recordemos que la dentina es un tejido mineralizado avascular, por lo que depende de la pulpa para su nutrición). Posteriormente, la sangre es drenada por vénulas que salen también por el foramen apical hacia la circulación general. La pulpa tiene además comunicaciones colaterales: en algunos dientes existen conductos laterales por los que vasos sanguíneos secundarios conectan la pulpa con el periodonto lateral de la raíz, asegurando cierto aporte sanguíneo alternativo. La vascularización pulpar no sólo nutre, sino que también participa en procesos de defensa (permitiendo el ingreso de células inmunes y mediadores inflamatorios) y en la regulación de la temperatura interna del diente.

La inervación de la pulpa proviene principalmente del nervio trigémino (ramas maxilar o mandibular, según la arcada). Axones sensitivos ingresan por el foramen apical junto con los vasos, formando plexos nerviosos dentro de la pulpa. Destaca el plexo de Raschkow en la zona subodontoblástica de la corona, una densa red de fibras nerviosas justo debajo de los odontoblastos. De este plexo nacen fibras nerviosas libres que penetran unos micrómetros en los túbulos dentinarios (hasta la dentina interna) y otras que terminan entre los odontoblastos, conformando los receptores sensoriales del diente. La mayoría de las fibras sensitivas en la pulpa son fibras Aδ (A-delta) mielínicas de conducción rápida, responsables del dolor agudo, bien localizado, típicamente desencadenado por estímulos fríos o tactiles sobre la dentina expuesta. También hay fibras C amielínicas más pequeñas y de conducción lenta, responsables de dolor sordo, difuso y generalmente asociado a inflamación pulpar (por ejemplo, el dolor pulsátil e intenso de una pulpitis irreversible es mediado principalmente por fibras C). En condiciones normales, la función sensorial de la pulpa es principalmente nociceptiva (detección de estímulos potencialmente lesivos, percibidos siempre como dolor); esto significa que cualquier estímulo fuerte en el diente (ya sea térmico, mecánico, químico) al llegar a la pulpa se interpreta como dolor, dado que la pulpa carece de receptores específicos para presión o temperatura como tal. Además de la inervación sensitiva, la pulpa tiene fibras nerviosas simpáticas que inervan los vasos sanguíneos, participando en la regulación del flujo sanguíneo pulpar (por ejemplo, la activación simpática causa vasoconstricción de arteriolas pulpares). Gracias a esta rica inervación, la pulpa puede reaccionar rápidamente ante lesiones del diente, pero a su vez esa sensibilidad hace que cualquier agresión pulpar se manifieste con dolor dental característico.

Principios biológicos y científicos fundamentales

Funciones fisiológicas de la pulpa dental

La pulpa cumple funciones esenciales en la biología del diente, que pueden resumirse en cuatro roles principales interrelacionados:

  • Función formativa (dentinogénesis): La pulpa es la responsable de la formación de la dentina, tanto durante el desarrollo del diente (dentina primaria) como a lo largo de la vida (dentina secundaria y reparativa). Los odontoblastos, ubicados en el límite pulpo-dentinario, secretan la matriz dentinaria que luego se mineraliza. Esta capacidad formativa permite que el diente complete su desarrollo (cierre de ápices radiculares en dientes jóvenes) y que responda a estímulos formando dentina adicional. Ante caries incipientes o desgaste, la pulpa puede inducir la formación de una capa de dentina terciaria localizada bajo la zona afectada, engrosando la pared dentinaria y protegiendo el tejido pulpar subyacente.
  • Función nutritiva: La pulpa nutre a la dentina y mantiene su vitalidad. A través de la vascularización pulpar se aportan nutrientes, oxígeno y humedad a la estructura interna del diente. Los túbulos dentinarios contienen líquido dentinario derivado del plasma pulpar, que lubrica la dentina y participa en mecanismos sensoriales. Si la pulpa muere (necrosis), la dentina desvitalizada tiende a volverse quebradiza y más propensa a fracturas, lo que evidencia la importancia de la pulpa en la mantención de la integridad del diente.
  • Función sensorial: La pulpa es el órgano sensorial del diente, encargada de alertar sobre estímulos potencialmente nocivos. Las terminaciones nerviosas pulpares detectan los cambios térmicos, químicos o mecánicos extremos que alcanzan la dentina o la pulpa, y transmiten esas señales al cerebro en forma de dolor. Aunque desde el punto de vista del paciente esto se traduce solo en la sensación dolorosa (no existe una distinción sensorial fina en el diente más que dolor o sensibilidad), fisiológicamente cumple un papel protector: gracias a la inervación pulpar, advertimos lesiones como caries, fisuras o sobrecargas oclusales a través del dolor, lo que nos impulsa a buscar tratamiento. En dientes no vitales (pulpa necrótica o extraída), esta alerta sensorial se pierde, y lesiones en el diente pueden progresar silenciosamente hasta estadios avanzados.
  • Función defensiva o reparativa: La pulpa participa activamente en respuestas inmunológicas e inflamatorias para defender al diente de agresiones externas. Ante la invasión bacteriana (por caries profunda, por ejemplo), se desencadena una respuesta inflamatoria pulpar: los capilares se dilatan, aumenta el flujo sanguíneo y la permeabilidad vascular, llegando más células inmunes (leucocitos) al foco de infección. Las células dendríticas presentan antígenos a linfocitos, los macrófagos fagocitan bacterias y detritos, y se liberan mediadores inflamatorios (citocinas como IL-1, TNF-α, y prostaglandinas) que amplifican la respuesta. Esta reacción busca eliminar o aislar el agente agresor. Al mismo tiempo, la pulpa puede intentar repararse depositando dentina terciaria en las zonas adyacentes a la lesión (por odontoblastos sobrevivientes o diferenciación de nuevos odontoblastos a partir de células madre). Si el desafío es superado, la inflamación cede y la pulpa puede sobrevivir, a veces con cicatrización interna parcial (formación de tejido fibroso). En resumen, la pulpa tiene mecanismos de defensa tanto inmunitarios como estructurales.

Patologías pulpares: inflamación y degeneración

Cuando las agresiones sobrepasan la capacidad defensiva de la pulpa, se producen patologías pulpares. La principal reacción patológica es la pulpitis, término que designa la inflamación de la pulpa. Las causas más comunes de pulpitis son la caries profunda (infección bacteriana que alcanza la pulpa), traumatismos dentales (golpes que dañan el paquete vasculonervioso), procedimientos invasivos o repetitivos (por ej., el calor y vibración de un tallado dental sin refrigeración adecuada) y la filtración o microfiltración bajo restauraciones defectuosas que permiten la entrada de bacterias o toxinas. También factores como bruxismo severo o abrasión pueden causar pulpitis por microtrauma acumulado. Existen dos grandes formas clínicas:

  • Pulpitis reversible: es una inflamación leve o inicial de la pulpa, en la que el tejido todavía puede recuperarse si se elimina el irritante. Clínicamente suele manifestarse con sensibilidad dolorosa breve provocada por estímulos (especialmente al frío o al dulce) que desaparece al remover el estímulo. La pulpa en este estado no está necrosada y conserva su vascularización nerviosa relativamente intacta. Si se trata la causa (por ejemplo, eliminando la caries y colocando un empaste aislante), la inflamación puede resolverse y la pulpa permanecer viable. Histológicamente hay vasodilatación moderada y aumento de líquido intersticial (edema) y de células inflamatorias en la zona afectada, pero sin necrosis generalizada. Es un proceso considerado reversible porque la pulpa tiene capacidad de volver a la normalidad una vez removida la agresión.
  • Pulpitis irreversible: ocurre cuando la lesión a la pulpa es más severa o prolongada, llevando a un daño sostenido del tejido pulpar que ya no puede repararse adecuadamente. En esta situación, aunque se elimine el factor causal, la pulpa queda comprometida de forma permanente. Clínicamente, la pulpitis irreversible suele cursar con dolor espontáneo (no solo provocado), de moderado a severo, a veces exacerbado con calor y que persiste durante minutos u horas tras retirar el estímulo (dolor linger o prolongado). El dolor puede ser pulsátil, mal localizado (el paciente puede no distinguir exactamente qué diente duele) e incluso despertarlo por las noches. Esto refleja un daño pulpar extensivo, con liberación masiva de mediadores inflamatorios y posible inicio de necrosis focal. A menudo, la pulpitis irreversible progresa a absceso pulpar o necrosis si no se interviene. Histológicamente se observa infiltrado inflamatorio masivo (incluyendo neutrófilos, linfocitos y macrófagos), destrucción de tejido pulpar en zonas, formación de microabscesos y compromiso de la circulación pulpar. Debido al aumento de la presión intrapulpar por el edema en un espacio confinado, se comprimen los vasos, agravando la isquemia y muerte celular. Es un círculo vicioso que típicamente culmina en necrosis pulpar a menos que se realice un tratamiento oportuno (por ejemplo, una pulpotomía o pulpectomía para aliviar la presión).

La necrosis pulpar es la muerte del tejido pulpar. Puede ser la consecuencia final de una pulpitis irreversible no tratada, o resultado de un trauma súbito que seccione los vasos del foramen apical (por ejemplo, un golpe que luxe el diente y rompa el paquete vasculonervioso). Cuando la pulpa necrosa, deja de existir sensibilidad en el diente (testeos térmicos y eléctricos negativos) y el tejido muerto tiende a descomponerse. Esta descomposición pulpar, especialmente si hay infección bacteriana activa, puede dar origen a un absceso periapical o a una periodontitis apical (infección que se propaga más allá del ápice hacia el hueso circundante). En algunos casos de necrosis aséptica (sin bacterias), la pulpa puede momificarse o resorberse sin gran reacción periapical, pero si hay bacterias presentes, la necrosis húmeda genera pus y toxinas que atraviesan el ápice causando inflamación en el hueso (lo que se ve radiográficamente como una lesión periapical radiolúcida). La necrosis puede ser parcial (afectar una porción de la pulpa, comúnmente la coronaria primero) o total (toda la pulpa muerta). Un signo frecuente de necrosis total es el cambio de color del diente (se torna gris oscuro por degradación de hemoglobina en la pulpa muerta que impregna dentina).

Es importante destacar que la inflamación crónica de la pulpa y su degeneración pueden llevar también a otros cambios como pulpitis crónicas hiperplásicas (en jóvenes, donde la pulpa expuesta produce un pólipo pulpar granulomatoso que asoma por la cavidad de caries), calcificación distrófica del tejido pulpar (formación de tejidos calcificados duros en respuesta a irritación crónica) o degeneración fibrótica (pulpa vieja o crónicamente inflamada que se torna predominante fibrosa con menos células). Estos procesos degenerativos reducen la capacidad funcional de la pulpa. Por ejemplo, la pulpa de dientes envejecidos suele ser más pequeña, fibrosa y menos vascularizada, con menos células madre disponibles, lo que disminuye su respuesta reparativa y sensorial.

A nivel bioquímico y celular, durante la pulpitis se detecta una cascada de eventos: los odontoblastos y células inmunes liberan citocinas proinflamatorias (IL-8, factor de necrosis tumoral TNF-α, entre otras) que atraen más células defensivas; las terminaciones nerviosas C liberan neuropéptidos como la sustancia P y CGRP que causan vasodilatación y amplifican la señal de dolor; las células endoteliales expresan moléculas de adhesión que facilitan la extravasación de leucocitos desde la sangre a la pulpa. Si el proceso se prolonga, enzimas liberadas por neutrófilos (metaloproteinasas, enzimas lisosomales) y la hipoxia tisular acentuada llevan a la necrosis coagulativa del tejido. Comprender estos mecanismos es crucial, ya que los tratamientos pulpares buscan detener esta cascada inflamatoria antes de que sea irreversible.

En síntesis, la pulpa dental, pese a estar encerrada en un espacio rígido, intenta defenderse vigorosamente de las agresiones. Sin embargo, sus propias reacciones de defensa, cuando son excesivas, pueden ocasionar daños irreparables en el tejido (el “dilema del órgano confinado”). De ahí la importancia de una intervención dental temprana ante caries profundas o traumatismos: para dar a la pulpa la oportunidad de recuperarse (si es viable) o para remover el tejido enfermo y evitar consecuencias sistémicas o la pérdida del diente.

Procedimientos clínicos asociados

Diagnóstico pulpar

El diagnóstico del estado pulpar es un paso esencial ante lesiones dentales. Dado que la pulpa está oculta dentro del diente, el profesional se basa en la sintomatología referida por el paciente, pruebas clínicas de sensibilidad y exámenes de imagen para inferir la condición de la pulpa. Inicialmente, se realiza una evaluación de síntomas: dolor provocado vs espontáneo, duración, estímulos desencadenantes (frío, calor, dulce, masticación), intensidad y carácter del dolor (agudo, punzante, sordo, intermitente o constante). Por ejemplo, un dolor breve al frío que cesa al retirar el estímulo sugiere pulpitis reversible, mientras que un dolor espontáneo que despierta al paciente en la noche orienta a pulpitis irreversible.

Las pruebas de vitalidad pulpar más utilizadas incluyen:

  • Prueba térmica con frío: se aplica un estímulo frío (spray refrigerante, cloruro de etilo o hielo seco) sobre la superficie del diente. Un diente con pulpa sana o pulpitis reversible normalmente responde con dolor agudo que desaparece segundos después de quitar el frío. Si la respuesta es exagerada y prolongada (dolor que persiste más de 10-15 segundos), sugiere pulpitis irreversible. La ausencia de respuesta puede indicar necrosis pulpar (aunque también puede ocurrir en pulpas escleróticas de pacientes mayores o por calcificación).
  • Prueba térmica con calor: menos usada de rutina, se realiza con una pieza de gutapercha caliente o calentando el diente. Útil en algunos casos donde el paciente refiere que el calor produce dolor (lo cual a veces ocurre en pulpitis irreversibles). Una pulpa inflamada de forma irreversible puede dar dolor intenso al calor, frecuentemente persistente hasta que el frío o el aire alivian (paradójicamente el frío da alivio en estos casos porque contrae los fluidos y reduce la presión intrapulpar).
  • Prueba eléctrica (test eléctrico o electroodontometría): se aplica una corriente eléctrica de baja intensidad mediante un dispositivo llamado vitalómetro en la superficie del diente. Las fibras nerviosas Aδ de la pulpa reaccionan generando una sensación de hormigueo o leve dolor si la pulpa está viva. El umbral de intensidad al que el paciente siente la corriente se registra: umbrales altos o no respuesta sugieren necrosis. Esta prueba solo evalúa presencia de fibras nerviosas funcionales, pero no indica la salud vascular; por ello, un resultado falso negativo puede ocurrir en dientes con necrosis parcial o en dientes jóvenes (que tienen un umbral más alto). Nota: una respuesta positiva confirma vitalidad sensitiva, pero una negativa aislada no siempre confirma necrosis, por lo que el test eléctrico se interpreta junto con otras pruebas.
  • Percusión y palpación: aunque evalúan más el periodonto que la pulpa en sí, también se realizan. Un diente con pulpitis puede no doler a la percusión (ya que la infección/inflamación está contenida dentro del diente); sin embargo, si la pulpa necrótica ha provocado inflamación periapical, la percusión vertical dará dolor (signo de periodontitis apical). La palpación de la encía sobre el ápice puede revelar dolor o inflamación si hay afectación periapical.
  • Pruebas complementarias avanzadas: en casos dudosos, existen métodos más sofisticados para evaluar la vitalidad vascular de la pulpa. La fluorometría láser Doppler y la pulsioximetría dental son técnicas no invasivas que miden el flujo sanguíneo pulpar​, ofreciendo información sobre si el tejido sigue irrigado (lo que es indicativo de vitalidad real) más allá de la mera respuesta nerviosa. Estas tecnologías, si bien no son de uso rutinario generalizado por su costo y complejidad, se emplean en investigación y en casos especiales (por ejemplo, monitoreo de dientes traumados donde la respuesta nerviosa puede estar temporalmente ausente pero la pulpa aún viva). Adicionalmente, la radiología (radiografías periapicales, e incluso CBCT –tomografía computarizada de haz cónico– en casos complejos) ayuda a visualizar signos indirectos: una imagen periapical normal sugiere que la pulpa aún no ha necrosado (en etapas iniciales de pulpitis, la lámina dura periapical permanece intacta), mientras que una radiolucidez periapical indica necrosis pulpar y formación de un granuloma o absceso apical.

Integrando la información de síntomas, pruebas de sensibilidad y radiografía, el odontólogo puede clasificar el diagnóstico pulpar como: pulpa normal, pulpitis reversible, pulpitis irreversible (sintomática o asintomática), pulpa necrótica, o diagnósticos especiales (pulpitis hiperplásica, etc.). Este diagnóstico pulpar es crucial para planificar el tratamiento adecuado.

Tratamientos pulpares conservadores

Cuando la pulpa está inflamada pero potencialmente recuperable, o cuando ocurre una exposición pulpar limitada en un diente joven, se recurre a procedimientos conservadores de la vitalidad pulpar. Estos tratamientos buscan preservar todo o parte del tejido pulpar vivo, eliminando únicamente la porción dañada o protegiendo la pulpa de mayores agresiones, con la esperanza de que se mantenga sana a largo plazo:

  • Recubrimiento pulpar indirecto: se emplea en casos de caries profundas cercanas a la pulpa pero sin exponerla. Consiste en dejar una capa muy delgada de dentina reblandecida sobre la pulpa en lugar de removerla por completo (para evitar una exposición), y colocar sobre esa dentina una base medicamentosa que estimule la remineralización y la formación de dentina terciaria. Materiales como hidróxido de calcio, trióxido mineral agregado (MTA) o nuevos cementos de silicato de calcio se usan como forro protector. Luego se coloca la obturación definitiva. Si el procedimiento tiene éxito, la dentina residual se remineraliza y se forma dentina reparativa, evitando la exposición pulpar y manteniendo la vitalidad. Este enfoque es útil en dientes con riesgo de exposición pulpar durante la eliminación de caries, sobre todo en pacientes jóvenes.
  • Recubrimiento pulpar directo: se realiza cuando hay una exposición pulpar mínima (por ejemplo, una pequeña exposición mecánica accidental o por caries muy limitada). Consiste en colocar un material biocompatible directamente sobre la pulpa expuesta para promover la formación de un puente de dentina reparativa y la cicatrización de la herida pulpar. Tradicionalmente se ha usado hidróxido de calcio en pasta como agente de recubrimiento, debido a su capacidad de inducir diferenciación odontoblástica y su efecto bactericida. En la actualidad, materiales como el MTA y la biodentina (cementos a base de silicato de calcio) han mostrado mejores resultados en recubrimientos pulpares, logrando tasas más altas de formación de puente dentinario y menor inflamación crónica. El procedimiento implica limpiar la zona de la exposición, controlar el sangrado pulpar (que debe ser mínimo), aplicar el agente de recubrimiento sobre la pulpa y sellar con un material restaurador definitivo que asegure un sellado hermético. Un recubrimiento exitoso permite que la pulpa permanezca viva y asintomática bajo la restauración. Es fundamental que el diente estuviera asintomático o con sintomatología reversible antes del procedimiento; no se recomienda un recubrimiento directo si había signos de pulpitis irreversible.
  • Pulpotomía: es la extirpación parcial de la pulpa, removiendo la porción coronal inflamada y preservando la pulpa radicular viva. Clásicamente se indica en dientes temporales (de leche) con caries extensas: se amputa la pulpa cameral afectada y se deja la pulpa de las raíces, tratando la superficie remanente con un agente medicamentoso. En molares deciduos se han usado formocresol (aunque en desuso por toxicidad), ferrisulfato, MTA o biodentina para lograr la hemostasia y preservar la vitalidad radicular hasta la exfoliación natural del diente. En dientes permanentes jóvenes (con ápices abiertos), la pulpotomía parcial o total también se emplea como tratamiento de emergencia o como alternativa para mantener el desarrollo radicular (procedimiento conocido como apexogénesis). Por ejemplo, en traumatismos que causan exposición pulpar (fractura complicada), se puede hacer una pulpotomía parcial de Cvek removiendo solo unos 2 mm de pulpa debajo de la exposición y colocando MTA, con alto éxito en mantener la vitalidad. Más recientemente, incluso en dientes permanentes maduros con pulpitis irreversible, se está reevaluando la pulpotomía como tratamiento definitivo utilizando MTA o similares, lo que se denomina “terapia pulpar vital” en adultos: en ciertos casos, en lugar de realizar la endodoncia completa, se amputa la pulpa coronaria inflamda y se preserva la pulpa radicular sana, obteniendo buenos resultados clínicos y radiográficos. Esto depende de una correcta selección del caso (ausencia de infección radicular, control de hemorragia pulpar en pocos minutos, etc.). Si la pulpotomía tiene éxito, la parte remanente de la pulpa continúa funcionando y formará dentina reparativa en la entrada de los conductos. La evolución se controla periódicamente.
  • Otros procedimientos vitales: En dientes con ápices inmaduros y pulpa afectada, existían tradicionalmente técnicas como la apexificación (inducción de cierre apical colocando hidróxido de calcio repetido o con MTA, en casos de pulpa necrótica) y la apexogénesis (mantener la pulpa vital mediante pulpotomía para permitir completar el desarrollo radicular). Hoy en día, estas se engloban más en el campo de regeneración endodóntica cuando se intenta revitalizar el conducto necrótico (ver sección de avances). Asimismo, en contextos de trauma, la revascularización espontánea de un diente avulsionado reimplantado pronto es otro ejemplo de recuperación pulpar (si el haz neurovascular vuelve a conectarse).

Endodoncia (tratamiento de conductos radiculares)

Cuando el daño pulpar es irreversible o la pulpa está necrótica, el tratamiento indicado es la endodoncia o tratamiento de conductos, que consiste básicamente en la extirpación total de la pulpa, seguida de la desinfección y sellado hermético de los conductos radiculares con un material de relleno inerte. El objetivo de la endodoncia es eliminar el foco de infección o inflamación dentro del diente, prevenir o resolver la patología periapical, y conservar el diente en la boca (aunque ya sin pulpa viva).

Las etapas principales de un tratamiento endodóntico son:

  • Acceso y pulpectomía: bajo anestesia local, se realiza una apertura en la corona (trepanación) para acceder a la cámara pulpar. Se localizan todos los orificios de los conductos radiculares y se extirpa la pulpa cameral y radicular (pulpectomía completa) utilizando cucharillas y limas manuales o rotatorias. En dientes con pulpa vital muy inflamada puede ser necesaria anestesia complementaria intrapulpar al inicio. Si la pulpa estaba necrosada, puede haber poco o nada de tejido blando y más bien contenido purulento en los conductos.
  • Instrumentación y desinfección de conductos: con el conducto sin pulpa, se procede a darle una forma cónica uniforme mediante limas endodónticas, que pueden ser manuales (acero inoxidable) o más comúnmente rotatorias o reciprocantes de níquel-titanio accionadas por un motor especializado. Este proceso ensancha ligeramente el conducto y elimina dentina infectada de las paredes. Simultáneamente, se realiza un irrigado químico frecuente del conducto con soluciones antimicrobianas, típicamente hipoclorito de sodio al 1-5%, que disuelve restos orgánicos (la pulpa necrótica, bacterias, etc.)​. Otros irrigantes usados incluyen clorhexidina al 2%, EDTA (para remover barrillo dentinario y abrir túbulos) y suero fisiológico. La instrumentación e irrigación adecuadas logran una descontaminación significativa del sistema de conductos. En casos de infección resistente, se puede dejar una medicación intracanal entre sesiones (ej: hidróxido de calcio) para eliminar bacterias remanentes y reducir la inflamación periapical.
  • Obturación (relleno) de los conductos: una vez limpios y conformados, los conductos se secan y se rellenan tridimensionalmente con un material sellador. El estándar es la combinación de conos de gutapercha (un polímero derivado de látex natural) junto con un cemento sellador (base de óxido de zinc-eugenol, resinas epoxi, biocerámicos, etc.). La gutapercha se introduce generalmente caliente o con técnica de compactación para adaptarse a las irregularidades, obteniendo un llenado homogéneo hasta el ápice. Un buen sellado evita que queden espacios donde proliferen bacterias y previene reinfecciones. Se verifica radiográficamente que la obturación llegue hasta el foramen apical sin sobrepasarlo. Finalmente, se coloca una restauración coronal (empaste o corona) que cierre la cavidad de acceso, restaurando la forma del diente y evitando filtraciones coronales.

Un tratamiento de conductos bien realizado elimina el dolor (un diente tratado endodónticamente ya no tiene sensibilidad pulpar) y permite conservar el diente en función por muchos años. Sin embargo, el diente desvitalizado queda más frágil a largo plazo (por la pérdida de hidratación de la dentina y la estructura perdida), por lo que suele requerir refuerzos protésicos (incrustaciones o coronas) para evitar fracturas.

Existen variantes y pasos adicionales según la complejidad: por ejemplo, en dientes multirradiculares se debe localizar y tratar todos los conductos (algunos pueden ser muy estrechos o curvos); en casos de obliteración pulpar (conductos calcificados) se requiere ultrasonido o métodos para negociar los conductos; si hay perforaciones accidentales del piso de la cámara o conducto, se reparan con MTA u otro material biocerámico; si el tratamiento convencional falla, se puede recurrir a una re-endodoncia (repetir el tratamiento) o a cirugía apical (resección del ápice y sellado retrogrado).

El pronóstico de la endodoncia es generalmente bueno, con tasas de éxito superiores al 85-90% en condiciones ideales. Un éxito implica la desaparición de síntomas y la regeneración o mantenimiento del hueso periapical (comprobado radiográficamente). En caso de fracaso (persistencia de infección), las opciones son re-tratamiento, cirugía periapical o extracción.

Criterios de elección terapéutica

La decisión de qué tratamiento realizar (conservador vs endodoncia vs extracción) depende de una cuidadosa evaluación clínica y radiográfica. Algunos criterios fundamentales incluyen:

  • Estado pulpar y diagnóstico: Si la pulpa está reversible o vital sin síntomas severos, se preferirán terapias conservadoras (recubrimientos, pulpotomía). Por ejemplo, ante una pequeña exposición pulpar accidental en un diente joven asintomático, un recubrimiento directo o pulpotomía parcial es recomendable. En cambio, si se diagnostica una pulpitis irreversible (dolor espontáneo persistente, pulpa sangra profusamente sin control), la opción más segura es la pulpectomía y endodoncia completa, ya que esa pulpa difícilmente se recuperará. Una pulpa necrótica con infección requiere endodoncia (o, si el diente es no restorable, la extracción).
  • Extensión de la caries o lesión: Si la caries perforó ampliamente la cámara pulpar contaminando todo el tejido, es más indicado un tratamiento endodóntico. Si la exposición es minúscula y reciente en un entorno aséptico, un recubrimiento puede tener éxito. En dientes fracturados, si la fractura es muy amplia y compromete mucha pulpa, puede requerirse endodoncia; si es pequeña (p. ej. fractura de complicación limitada), la pulpotomía parcial es el tratamiento de elección.
  • Edad y desarrollo radicular: En dientes inmaduros (ápices abiertos), se intenta siempre que sea posible mantener la pulpa vital para permitir que terminen de formarse las raíces (apexogénesis). Por tanto, ante caries profundas en un molar joven, es preferible una pulpotomía que una pulpectomía, siempre que la inflamación no haya alcanzado la pulpa radicular, ya que la vitalidad remanente permitirá completar la formación apical. En cambio, en un diente adulto con ápice cerrado, este factor no influye del mismo modo. En dientes temporales, a menudo se opta por pulpotomía en lugar de endodoncia completa, debido a la importancia de mantenerlos hasta la exfoliación sin sobretratar (además la endodoncia de temporales es más compleja por sus conductos ramificados).
  • Estado periodontal y coronario del diente: Si además del problema pulpar el diente tiene mal pronóstico periodontal (pérdida ósea severa, movilidad) o destrucción coronaria masiva que impide restaurarlo, puede que el esfuerzo de salvar la pulpa sea fútil. En tales casos, aunque la pulpa pudiese ser tratada, la extracción y posterior reemplazo protésico o implante es evaluada. Por otro lado, si el diente tiene una estructura remanente suficiente y tejidos de soporte sanos, se justifica intentar terapias pulpares conservadoras para prolongar su vida útil.
  • Recursos disponibles y colaboración del paciente: Un criterio práctico es si el paciente podrá mantener seguimiento. Un recubrimiento pulpar o una pulpotomía requieren controles para verificar éxito; si se pierde el seguimiento, un fracaso podría pasar inadvertido hasta complicarse. La endodoncia elimina la pulpa y con ella los síntomas, pero compromete la vitalidad del diente. En pacientes jóvenes o muy ansiosos, el manejo conservador a veces evita procedimientos largos; en otros casos, la predictibilidad de la endodoncia hace que se opte por esta para resolver el problema de forma definitiva.

En general, la odontología actual promueve la mínima invasión: conservar tejido pulpar viable siempre que sea posible, pues un diente con pulpa vital es preferible a uno endodonciado. Sin embargo, la prioridad es eliminar el dolor y la infección. Por ello, si hay evidencia de pulpitis irreversible o necrosis, la endodoncia es la terapia indicada. Decisiones intermedias, como la pulpotomía en permanentes, dependen de la confianza en nuevos materiales y técnicas, y de la correcta selección del caso. En última instancia, el profesional basará su decisión en el diagnóstico pulpar, las condiciones del diente, la evidencia científica disponible sobre éxito de cada procedimiento y la situación particular del paciente.

Avances e innovaciones actuales

Bioingeniería pulpar y terapias regenerativas

En las últimas décadas ha emergido un campo de investigación apasionante enfocado en la regeneración de la pulpa dental y la ingeniería de tejidos pulpares. El objetivo es lograr que, en lugar de rellenar el conducto con materiales inertes tras una pulpectomía, se pueda inducir la formación de un nuevo tejido pulpar funcional dentro del diente, devolviéndole vitalidad. Varias líneas de avance incluyen:

  • Terapia de revascularización/revitalización: Es un procedimiento clínico introducido en endodoncia desde los años 2000 para dientes permanentes jóvenes con necrosis pulpar. Consiste en desinfectar el conducto radicular mínimamente (generalmente con irrigación y medicación antibiótica intracanal) sin instrumentación agresiva, luego inducir un sangrado desde el ápice (penetrando ligeramente con una lima) de modo que la sangre llena el conducto y al coagular forma un andamiaje natural de fibrina. Se sella el diente y se espera que las células madre del ápice (provenientes de la papila apical y del folículo periapical) invadan el conducto junto con el coágulo sanguíneo, permitiendo la regeneración de un tejido vital dentro del conducto. Este procedimiento ha logrado en muchos casos el engrosamiento de las paredes radiculares y cierre apical en dientes inmaduros, indicando una reanudación del desarrollo radicular. No obstante, histológicamente se ha encontrado que el nuevo tejido puede ser más parecido a un tejido conectivo fibroso o tejido óseo/cementario en lugar de verdadera pulpa; la terminología correcta por ello es “procedimiento endodóntico regenerativo” y aún se debate si logra regeneración o solo reparación. Aun así, representa un cambio de paradigma al intentar revivir dientes necróticos. Las investigaciones actuales buscan optimizar este protocolo: por ejemplo, usando andamios sintéticos o naturales (colágeno, matrices de fibrina enriquecida con plaquetas) en lugar de depender solo del coágulo, o empleando sustitutos de la sangre como suero autólogo.
  • Células madre pulpares y odontología regenerativa: Se han identificado células madre mesenquimales en la pulpa de dientes permanentes (DPSC, Dental Pulp Stem Cells), en la pulpa de dientes deciduos exfoliados (SHED), en la papila apical de dientes jóvenes (SCAP), entre otros nichos. Estas células poseen alta capacidad proliferativa y de diferenciación en odontoblastos y otros tipos celulares. Estudios recientes han explorado la implantación de células madre pulpares autólogas para regenerar la pulpa perdida. En modelos animales, la implantación de DPSCs junto con andamiajes de colágeno en conductos vacíos ha logrado la formación de tejido pulpar vascularizado y con dentina depositada en las paredes. Incluso, ensayos clínicos iniciales en humanos (por ejemplo, usando DPSCs autólogas obtenidas de dientes del paciente, cultivadas y reimplantadas en su diente tratado) han mostrado resultados promisorios, con formación de un tejido vivo dentro del conducto en lugar de gutapercha. Un caso destacado es el de la pulpotomía regenerativa con células madre: investigadores han conseguido reintroducir células madre en pulpotomías de dientes con pulpitis, logrando regenerar la continuidad pulpar. Aunque estos abordajes están en fases experimentales, abren la posibilidad de que en el futuro un diente tratado conserve vitalidad mediante pulpa nueva creada a partir de células del propio paciente​. La ingeniería de tejidos aplicada a la pulpa combina células (células madre), señales moleculares (factores de crecimiento) y andamiajes (scaffolds) biodegradables que sirven de soporte. Por ejemplo, el uso de factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) o factor transformante beta (TGF-β) en el conducto puede estimular la angiogénesis y diferenciación celular. Un desafío es lograr que las terminaciones nerviosas re-creen conexiones funcionales dentro de la pulpa regenerada, para restaurar también la sensibilidad.
  • Pequeñas moléculas bioactivas: Otra línea innovadora es el uso de fármacos o moléculas que estimulen la regeneración in situ. Un ejemplo notable es la investigación con inhibidores de GSK-3β (como la molécula Tideglusib) que ha demostrado inducción de formación de dentina reparativa por parte de la pulpa al aplicarla en cavidades profundas, promoviendo la autorreparación del diente sin necesidad de materiales de relleno convencionales​. Estos hallazgos, si bien enfocados en regenerar dentina más que pulpa, aprovechan la respuesta pulpar para lograr una reparación acelerada de lesiones cariosas incipientes. En un futuro, podría haber medicamentos aplicados tópicamente tras una preparación dental para estimular la pulpa a sanar y formar tejido nuevo.

En conjunto, la bioingeniería pulpar persigue el ideal de conservar dientes vitales de por vida, evitando la desvitalización siempre que sea posible. Quedan retos significativos por resolver: prevenir la contaminación bacteriana durante estos procedimientos regenerativos, lograr una arquitectura pulpar organizada (con odontoblastos en periferia, vasos y nervios funcionales), y asegurar la predecibilidad de los resultados. No obstante, los avances en cultivos celulares, biomateriales y terapia génica hacen concebible que en años próximos algunas terapias regenerativas pasen del laboratorio a la clínica de manera rutinaria​.

Nuevos biomateriales y tecnologías en endodoncia

Paralelamente a la regeneración, la endodoncia clásica también ha incorporado múltiples innovaciones. Entre los biomateriales pulpares de vanguardia destacan:

  • Cementos biocerámicos: Materiales como el MTA (Mineral Trioxide Aggregate) y más recientemente la biodentina se han convertido en el estándar de oro para muchas aplicaciones pulpares. El MTA, introducido en los 90, es un cemento a base de silicato tricálcico que fragua en presencia de humedad, liberando iones calcio. Es altamente biocompatible, favorece la formación de un puente dentinario y tiene propiedades selladoras excelentes. Se utiliza en recubrimientos directos, pulpotomías, apexificaciones y reparaciones de perforaciones, con mucho éxito. La biodentina es un silicato de calcio de fraguado más rápido, manejable como restauración temporal y con propiedades mecánicas mejoradas, que también estimula células pulpares para formar dentina. Estos materiales han mejorado significativamente el pronóstico de las terapias vitales (pulpotomías con MTA en permanentes muestran tasas de éxito comparables a endodoncia en ciertos estudios). Su introducción desplazó el uso del hidróxido de calcio puro en muchas indicaciones debido a su mayor confiabilidad a largo plazo.
  • Selladores endodónticos avanzados: Además de la gutapercha tradicional, se han desarrollado selladores a base de resinas epoxi (p. ej. AH Plus), selladores biocerámicos y de silicatos de calcio, que poseen mejor compatibilidad y algunos incluso capacidad de bioactividad (favorecen la formación de hidroxiapatita en contacto con fluidos, sellando microespacios). Esto mejora el sellado apical y lateral de los conductos, reduciendo filtraciones. Algunos nuevos selladores son monocomponentes y se inyectan fácilmente, simplificando la obturación.
  • Instrumentación mecanizada de Níquel-Titanio (NiTi): En cuanto a herramientas, la introducción de limas de NiTi con movimientos rotatorios o reciprocantes ha revolucionado la preparación de los conductos, permitiendo conformaciones más conservadoras, tiempos más cortos y menor riesgo de transportaciones o perforaciones gracias a la flexibilidad del NiTi. Esto, aunque no es directamente “pulpar”, mejora la calidad de los tratamientos al respetar más la anatomía original. También, sistemas de activación de irrigantes (como activación sónica o ultrasonido) logran una mejor limpieza de conductos lateralmente, alcanzando zonas de difícil acceso.
  • Terapias láser: Los láseres dentales se están incorporando tanto en diagnóstico como en tratamiento pulpar. En diagnóstico, la espectroscopia láser se ha investigado para detectar metabolitos indicadores de inflamación pulpar. En terapia, el láser de diodo o Er:YAG se ha empleado para la descontaminación de conductos radiculares, logrando reducir bacterias incluso en túbulos profundos. La disinfección asistida por láser se está comparando con la irrigación convencional, con resultados alentadores en la eliminación de biopelículas resistentes​. Incluso se habla de pulpotomías láser, donde un láser de Er:YAG elimina la pulpa cameral coagulando al mismo tiempo, lo cual podría favorecer una zona estéril y sellada para luego aplicar MTA. Por otro lado, la terapia fotodinámica, que combina un fotosensibilizante con luz láser de baja intensidad, ha mostrado eficacia para matar bacterias intracanal de forma selectiva, complementando la endodoncia tradicional. Adicionalmente, los láseres de baja potencia (LLLT) se han estudiado para bioestimular la pulpa en recubrimientos, promoviendo la cicatrización y reducción de la inflamación.
  • Herramientas diagnósticas avanzadas: Además de las mencionadas flujometrías y pulsioxímetros, la imagenología 3D (CBCT) se usa cada vez más para diagnosticar fracturas ocultas o anatomías complejas antes de la endodoncia. También, el uso de inteligencia artificial comienza a aplicarse al análisis de radiografías periapicales para detectar de forma temprana lesiones apicales o predecir el éxito de tratamientos. En el campo de la microbiología, las técnicas de biología molecular (PCR) permiten identificar los patógenos pulpares presentes, orientando la selección de medicación intracanal más efectiva. Incluso se investiga la posibilidad de usar biosensores que, colocados temporalmente dentro del conducto, puedan medir en tiempo real marcadores de inflamación o la presencia bacteriana, guiando la terapia de forma personalizada.
  • Odontología digital y microscópica: El microscopio operatorio es hoy una herramienta establecida en endodoncia, que mejora la localización de conductos y la precisión de maniobras como retiradas de postes, perforaciones o tratamiento de conductos calcificados. La digitalización permite planificar trayectorias de acceso más conservadoras (diseño de cavidades de acceso guiadas por CBCT e impresiones 3D de guías de acceso en casos complejos). Todo esto contribuye a tratamientos más precisos y respetuosos con la estructura dental sana.

En conjunto, las innovaciones en el tratamiento pulpar van desde conservar la vida de la pulpa con métodos biológicos, hasta mejorar la eliminación de la pulpa cuando es necesario con métodos más seguros y efectivos. La literatura científica reciente refleja estos avances: por ejemplo, estudios comparativos han evaluado la desinfección convencional versus la asistida por láser mostrando una reducción significativa de bacterias con la segunda​, y revisiones han discutido la naturaleza del tejido neoformado en regeneración pulpar, concluyendo que aún se requiere optimizar para lograr regeneración auténtica​. Asimismo, organizaciones profesionales y de investigación (NIH, IADR, AAE) impulsan proyectos en curso sobre bioimpresión 3D de tejido pulpar, descubrimiento de nuevos biomateriales bioactivos y ensayos clínicos controlados de técnicas regenerativas.

El panorama que se vislumbra es que, en un futuro próximo, el odontólogo tendrá un abanico más amplio de opciones para tratar la pulpa dental: desde enfoques regenerativos que revitalicen dientes invadidos por caries sin necesidad de extraer la pulpa completamente, hasta tecnologías que harán la endodoncia más predecible y menos invasiva cuando sea necesaria. Todo ello redunda en mejores pronósticos para los pacientes, preservando dientes que antes hubiesen sido extraídos o desvitalizados indefectiblemente. La pulpa dental, antes vista solo como un tejido a remover si causaba problemas, ahora se entiende como un órgano complejo digno de conservar y, si se enferma, incluso susceptible de ser curado o reconstruido mediante la ciencia y la tecnología de vanguardia​

Dr Ismael Cerezo Director Médico Grupo Cleardent
Director Médico
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.

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Pulpa dental

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