Periimplantitis: qué es, causas, síntomas, tratamiento y prevención
La periimplantitis es una inflamación alrededor de los implantes dentales que puede comprometer su éxito. Descubre qué es, sus causas, síntomas, tratamiento y cómo prevenirla.
La primera vez que un paciente escucha la palabra periimplantitis, suele sentir preocupación. Como odontólogo profesional con años de experiencia en implantes dentales, entiendo esa inquietud y estoy aquí para ayudarte. La periimplantitis es una inflamación e infección periimplantaria (alrededor del implante dental) que puede comprometer seriamente la integración del implante en el hueso. En otras palabras, es una complicación similar a la periodontitis (enfermedad de las encías) pero que afecta a los tejidos que rodean un implante en vez de un diente natural. Quiero explicarte de manera clara y humana qué es la periimplantitis, por qué ocurre, cuáles son sus síntomas, cómo la diagnosticamos los dentistas y las opciones de tratamiento disponibles. También compartiré consejos prácticos para prevenirla y cuidar tus implantes dentales a largo plazo, basándome en mi experiencia clínica y en la evidencia científica más reciente.
Si tienes uno o varios implantes dentales o estás pensando en ponértelos, este artículo te resultará muy útil. Hablaremos con honestidad y empatía, como lo haría en la consulta, para que puedas mantener una sonrisa sana y funcional. ¡Comencemos!
¿Qué es la periimplantitis?
La periimplantitis es una enfermedad periimplantaria crónica de origen inflamatorio que afecta los tejidos (encía y hueso) que rodean un implante dental. En esta condición, la encía alrededor del implante se inflama y, en casos avanzados, se produce una pérdida progresiva del hueso de soporte del implante. Dicho de forma sencilla: es una infección alrededor del implante que causa una destrucción similar a la de la periodontitis en dientes naturales, llevando a que el implante pierda su anclaje en el hueso.
Es importante diferenciarla de la mucositis periimplantaria. La mucositis periimplantaria es la etapa inicial, donde existe inflamación de los tejidos blandos (encía) alrededor del implante sin pérdida ósea; es una afección reversible si se trata a tiempo. La periimplantitis, en cambio, es un estadio más grave en el que la inflamación ha progresado y ya hay destrucción del hueso que sostiene al implante. Si no se detiene, la periimplantitis puede terminar provocando la pérdida del implante por falta de soporte.
La periimplantitis suele aparecer como consecuencia de la acumulación de placa bacteriana en torno al implante, lo que desencadena una respuesta inflamatoria del organismo muy similar a la que ocurre en la enfermedad periodontal de los dientes. De hecho, las bacterias que causan la periimplantitis suelen ser parecidas a las de la periodontitis (infección de las encías), incluyendo bacterias anaerobias gramnegativas asociadas a la placa dental.
¿Qué tan común es la periimplantitis?
Desafortunadamente, es más frecuente de lo que quisiéramos. Estudios recientes estiman que aproximadamente 1 de cada 5 pacientes con implantes dentalespuede llegar a desarrollar periimplantitis en algún momento. Es decir, cerca del 20% de las personas con implantes sufren esta complicación, lo que la convierte en un problema significativo en odontología. De hecho, la periimplantitis es una de las causas más comunes de la falla o pérdida tardía de implantes dentales, a pesar de que los implantes en general tienen tasas de éxito superiores al 90%. Por eso, es un tema preocupante pero prevenible: conocerlo bien es el primer paso para evitarlo.
La periimplantitis es una infección alrededor del implante dental que provoca inflamación de las encías y destrucción del hueso de soporte. Si se detecta pronto (en fase de mucositis) es reversible, pero si progresa puede comprometer seriamente la estabilidad del implante. A continuación, profundizaremos en sus causas, síntomas y todo lo que necesitas saber para enfrentarla adecuadamente.
Causas de la periimplantitis y factores de riesgo
La causa directa de la periimplantitis es, en la mayoría de los casos, la acumulación de placa bacteriana y sarro en la base del implante dental debido a una higiene oral insuficiente. Estas bacterias desencadenan la inflamación de las encías y, con el tiempo, la infección va destruyendo el tejido óseo alrededor del implante. Sin embargo, además de la mala higiene, existen múltiples factores de riesgo que pueden predisponer o acelerar el desarrollo de la periimplantitis. En mi experiencia, rara vez hay una sola causa; generalmente es la combinación de varios factores lo que lleva a esta complicación.
Según la literatura científica y las organizaciones especializadas, los principales factores de riesgo para periimplantitis son muy similares a los de la enfermedad periodontal en dientes naturales. Entre ellos se incluyen una higiene bucal deficiente (acúmulo de placa), antecedentes de periodontitis (haber sufrido enfermedad de las encías antes del implante), el tabaquismo y ciertas condiciones sistémicas como la diabetes mellitus no controlada. A continuación, detallo las causas y factores de riesgo más importantes:
Higiene oral deficiente: La falta de una limpieza adecuada alrededor del implante permite que la placa bacteriana y el biofilm se depositen en la superficie del implante y debajo de la encía. Esta es la causa principal de periimplantitis en la mayoría de los casos. Sin una higiene meticulosa (cepillado correcto, uso de hilo dental o cepillos interdentales), las bacterias proliferan y desencadenan la inflamación e infección de los tejidos periimplantarios.
Antecedentes de enfermedad periodontal: Los pacientes que han tenido periodontitis (piorrea) o gingivitis severa en sus dientes naturales tienen mayor riesgo de desarrollar periimplantitis. Esto se debe a que pueden tener una predisposición a acumular placa bacteriana o respuestas inflamatorias más intensas en las encías. En otras palabras, si tus encías fueron vulnerables alrededor de tus dientes, también pueden serlo alrededor de un implante.
Tabaquismo: Fumar es un enemigo de la salud oral en general y de los implantes en particular. El tabaco reduce el flujo sanguíneo en las encías, disminuye la respuesta inmunitaria y dificulta la cicatrización de los tejidos. Los fumadores presentan un riesgo significativamente mayor de periimplantitis y de perder implantes que los no fumadores. De hecho, el tabaquismo se considera uno de los factores de riesgo más potentes y modificables: dejar de fumar mejora drásticamente el pronóstico de los implantes.
Diabetes y otras enfermedades sistémicas: Condiciones médicas como la diabetes mellitus mal controlada aumentan la susceptibilidad a las infecciones y dificultan la regeneración de los tejidos, elevando el riesgo de periimplantitis. También se ha observado mayor incidencia en pacientes con enfermedades cardiovasculares o inmunodeprimidos. Mantener estas enfermedades bajo control (por ejemplo, niveles de glucosa adecuados en diabéticos) es fundamental para la salud de los implantes.
Implante mal posicionado o sobrecarga biomecánica: Factores mecánicos y técnicos en la colocación del implante pueden predisponer a la periimplantitis. Un implante dental mal ajustado o mal posicionado (por ejemplo, demasiado cerca de otro diente/implante o con poco hueso alrededor) crea zonas de difícil limpieza y tensión inadecuada. Asimismo, una sobrecarga oclusal – exceso de fuerza sobre el implante debido a una mordida desequilibrada o hábitos como el bruxismo(rechinar de dientes) – puede dañar los tejidos de soporte y favorecer la pérdida ósea. Estas fuerzas excesivas pueden causar micromovimientos o microfracturas en el hueso junto al implante, facilitando la invasión bacteriana.
Restauraciones protésicas defectuosas o exceso de cemento: Si la corona o prótesis sobre el implante no está bien diseñada, puede retener placa (por ejemplo, por tener zonas de difícil acceso al cepillado). En los implantes con coronas cementadas, un problema común es el exceso de cementodental que queda oculto bajo la encía; esos restos de cemento actúan como un imán para las bacterias y pueden provocar inflamación crónica. Un buen trabajo protésico debe asegurar que no queden excesos y que la forma de la corona permita la limpieza.
Falta de mantenimientos periódicos: Descuidar las revisiones regulares con el dentista tras la colocación del implante es otro factor importante. Los implantes requieren un plan de mantenimiento similar o mayor al de los dientes naturales. Si el paciente no acude a limpiezas profesionales y controles, es fácil que una mucositis inicial pase desapercibida y evolucione a periimplantitis. Muchos casos avanzados se podrían haber controlado mejor con una detección más temprana en una visita rutinaria.
Predisposición genética o factores individuales: Cada persona es distinta en su respuesta inflamatoria. Hay individuos con mayor predisposición genética a las enfermedades periodontales y periimplantarias. Asimismo, factores como el estrés crónico (que puede afectar al sistema inmune) podrían influir. Aunque no podemos cambiar la genética, conocer los antecedentes familiares o personales de problemas periodontales nos pone en alerta para cuidar más esos implantes.
La periimplantitis suele ser multifactorial. La mala higiene es el desencadenante principal en la mayoría de casos, pero su progresión y severidad pueden verse agravadas por factores como fumar, haber tenido periodontitis, diabetes mal controlada, implantes colocados en condiciones subóptimas, mala calidad de la prótesis o falta de seguimiento profesional.
La buena noticia es que muchos de estos factores son modificables: con hábitos de higiene rigurosos, abandono del tabaco y controles periódicos, podemos reducir drásticamente el riesgo. Más adelante, en prevención y consejos, profundizaremos en cómo minimizar estos riesgos.
Síntomas de la periimplantitis
La periimplantitis puede manifestarse a través de varios síntomas o señales de alarma en la zona del implante. Reconocer estos signos tempranamente es vital para actuar a tiempo. Al igual que ocurre con la enfermedad de las encías, los síntomas iniciales pueden ser sutiles, por lo que debes prestar atención a cualquier cambio alrededor de tu implante. A continuación, te enumero los principales síntomas de periimplantitis:
Encías enrojecidas e inflamadas: Uno de los primeros signos es que la encía alrededor del implante aparece enrojecida, hinchada o más sensible de lo normal. Puede haber inflamación leve al principio, que va aumentando conforme progresa la infección.
Sangrado gingival: El sangrado de las encías alrededor del implante al cepillarte, al usar el hilo dental o incluso de forma espontánea es una señal de inflamación. Una encía sana no debería sangrar; si notas sangrado al limpiar la zona del implante, podría indicar mucositis o periimplantitis inicial.
Dolor o molestias en el implante: En fases iniciales, la periimplantitis puede cursar sin dolor. Sin embargo, a medida que avanza, es común sentir molestias o dolor al masticar sobre el implante, al palpar la encía circundante o una sensibilidad anormal en esa área. El dolor puede variar de leve a intenso en casos agudos o abscesos.
Supuración (pus): Un signo claro de infección establecida es la supuración de pus por la encía alrededor del implante. Si al presionar la encía inflamada sale un líquido blanquecino-amarillento (pus) o tienes un flemón cerca del implante, indica que hay una infección activa en el tejido. La presencia de pus generalmente va acompañada de un estado avanzado de periimplantitis que requiere atención inmediata.
Recesión de la encía o exposición del implante: Puede observarse que la encía alrededor del implante se retrae, dejando al descubierto parte del metal del implante o de su corona. Si empiezas a ver la base metálica del implante asomando por la encía, es señal de que se ha perdido tejido (encía y posiblemente hueso) alrededor. Esta recesión a veces viene acompañada de espacios entre la encía y el implante donde se acumulan más bacterias.
Mal sabor de boca u olor desagradable (halitosis): La infección crónica puede producir mal aliento persistente o un sabor desagradable en la boca. Esto se debe a los subproductos bacterianos y al pus presentes en la zona. Si notas halitosis que no se explica por otras causas y además tienes un implante, conviene investigarlo.
Movilidad del implante: En etapas avanzadas, cuando la pérdida ósea es severa, el implante puede aflojarse. Un implante correctamente osteointegrado está firme y no se mueve; si sientes que tu implante tiene movilidad al morder o tocarlo (o el dentista detecta movimiento al evaluarlo), indica un fracaso del implante inminente por falta de soporte óseo. La movilidad es un signo tardío y preocupante, ya que significa que la integración del implante al hueso se ha perdido en gran medida.
Otros signos asociados: Puede haber sensibilidad en la zona, inflamación de la mucosa circundante, y en ocasiones inflamación de ganglios cercanos si la infección progresa. También es posible que la periimplantitis curse conabscesos recurrentes en la encía del implante (flemón que drena pus y luego reaparece). En casos avanzados, el paciente puede tener dificultad para masticar con ese lado por la molestia y la inestabilidad del implante.
Es importante destacar que en las fases iniciales la periimplantitis (o la mucositis) puede no causar dolor intenso, por lo que no debemos esperar al dolor para actuar. Muchos pacientes piensan que mientras no duela, todo va bien, pero con los implantes el sangrado o la inflamación sin dolor son ya motivos suficientes para consultar. Yo siempre le digo a mis pacientes: «Si tu implante sangra o supura, aunque no te duela, ven a verme lo antes posible.» Una periimplantitis detectada pronto tiene mucho mejor pronóstico de tratamiento que una avanzada.
Además de los síntomas que tú mismo puedes notar en casa, el dentista cuenta con herramientas para detectar signos no visibles a simple vista, como pequeñas bolsas que se forman alrededor del implante o pérdida de hueso observable en radiografías. En la siguiente sección te explicaré cómo diagnosticamos los profesionales la periimplantitis con precisión, incluso en etapas tempranas.
Diagnóstico de la periimplantitis
El diagnóstico de la periimplantitis lo realiza el odontólogo o periodoncista mediante una combinación de evaluación clínica en la boca y pruebas de imagen (radiografías principalmente). Si sospechas que puedes tener periimplantitis por los síntomas descritos, es fundamental acudir a la clínica para una revisión exhaustiva. Te explicaré cómo abordamos los dentistas el diagnóstico:
Evaluación clínica de la encía: Primero, examinamos cuidadosamente la zona alrededor del implante. Observamos si hay enrojecimiento, inflamación o recesión de la encía, y si se produce sangrado al sondear. El sondeo periimplantario se hace con una sonda periodontal milimetrada, deslizando suavemente entre la encía y el implante para medir la profundidad de la bolsa. En un implante sano, la sonda penetra solo 2-3 mm y no hay sangrado. En la periimplantitis podemos encontrar bolsas profundas (por ejemplo >5 mm) y sangrado e incluso pus al sondear. La presencia de supuración (pus) al presionar la encía es prácticamente diagnóstico de infección activa. También palpamos la zona para detectar cualquier fluctuación (acúmulo de pus) o dolor a la presión.
Medición de la profundidad del surco periimplantario: Como mencioné, usamos la sonda periodontal para medir la profundidad alrededor del implante en varios puntos. Un aumento de esa profundidad respecto a mediciones previas, o en comparación con parámetros normales, indica pérdida de inserción. Por ejemplo, profundidades mayores de ~5-6 mm con sangrado son indicativas de periimplantitis significativa. Este procedimiento es similar al que hacemos para diagnosticar periodontitis en dientes naturales, midiendo las llamadas «bolsas periodontales».
Radiografías dentales: La confirmación de la periimplantitis suele requerir radiografías, típicamente radiografías periapicales o panorámicas de la zona del implante. En la radiografía buscamos evidencias de pérdida ósea alrededor del implante comparado con radiografías tomadas justo después de colocarlo. Un signo típico es un cráter o sombra alrededor de la rosca del implante indicando que el hueso se ha reabsorbido. Si disponemos de radiografías anteriores, podemos determinar cuánto hueso se ha perdido con el tiempo. Incluso una pérdida ósea mínima (por ejemplo 2-3 mm) acompañada de inflamación nos haría diagnosticar periimplantitis incipiente. En casos avanzados, la radiografía puede mostrar más de la mitad del implante sin hueso alrededor.
Evaluación de la movilidad del implante: Probamos si el implante tiene algún grado de movilidad. Como mencionamos, cualquier movilidad anormal es signo de que la osteointegración se ha visto seriamente afectada.
Otras pruebas complementarias: En algunos casos, se pueden realizar pruebas microbiológicas (toma de muestra del surco periimplantario para identificar las bacterias presentes) o pruebas de inflamación (como medir enzimas en el fluido crevicular). Sin embargo, en la práctica clínica diaria estas pruebas avanzadas no son rutinarias; el diagnóstico suele ser clínico y radiográfico.
Diferenciar mucositis vs periimplantitis: Un aspecto del diagnóstico es determinar si el caso es solo mucositis (encía inflamada pero hueso intacto) o ya es periimplantitis (con pérdida ósea). Esto se clarifica combinando el sondeo y la radiografía. Si hay sangrado al sondeo pero la radiografía muestra el hueso intacto, hablaríamos de mucositis periimplantaria. En cambio, si la radiografía muestra periimplante con pérdida ósea (por ejemplo se ven expiras del implante descubiertas) junto con inflamación clínica, entonces es periimplantitis. Esta distinción es importante porque la mucositis es reversible con tratamiento inmediato, mientras que la periimplantitis requiere intervenciones más complejas.
En mi consulta, suelo enfatizar la importancia de las visitas regulares de mantenimiento precisamente para diagnosticar este tipo de problemas en fases tempranas. Un diagnóstico precoz de periimplantitis (cuando apenas ha comenzado la pérdida ósea) nos permite abordar la situación de forma mucho más efectiva y aumentar las probabilidades de salvar el implante. Por eso, si tienes implantes dentales, deberías hacerte revisar al menos dos veces al año aunque no notes nada anormal. Piensa que las radiografías periódicas y el sondaje profesional pueden detectar cambios sutiles que a simple vista tú no notarías en casa.
El diagnóstico de periimplantitis se basa en examinar las encías del implante, medir las bolsas alrededor y comprobar en radiografías si hay pérdida de hueso. Si se confirma, pasamos a planificar el tratamiento más adecuado según la gravedad, como veremos a continuación.
Consecuencias de la periimplantitis (¿qué ocurre si no se trata?)
La periimplantitis no es un problema que deba ignorarse. Si no se trata a tiempo, puede tener consecuencias serias tanto para el implante afectado como para la salud bucal en general. Algunas de las posibles consecuencias de una periimplantitis no tratada son:
Pérdida progresiva del hueso de soporte: La infección crónica va destruyendo cada vez más hueso alrededor del implante (resorción ósea). Lo que puede comenzar como un pequeño desgaste óseo puede avanzar hasta comprometer gran parte del hueso que sostiene el implante. Esta pérdida de hueso no solo dificulta salvar el implante actual, sino que si se llega a perder, deja un defecto óseo que complica la colocación de futuros implantes.
Aflojamiento y fracaso del implante: Conforme se pierde hueso, el implante va quedando menos sujeto. Eventualmente, el implante pierde estabilidad al no tener suficiente anclaje óseo. En casos avanzados, el implante puede literalmente quedar móvil o “flojo”, y si no se retira antes, podría incluso llegar a caerse. En la mayoría de periimplantitis avanzadas terminamos teniendo que retirar el implante (fracaso del implante) porque mantenerlo sería imposible o arriesgado. Esto supone, por supuesto, la pérdida del implante y de la restauración asociada (corona, prótesis) con las implicaciones funcionales y económicas que conlleva.
Propagación de la infección a otros tejidos: Una periimplantitis no es solo un problema localizado; al ser una infección activa, las bacterias pueden diseminarse. Pueden extenderse a tejidos cercanos, afectando encías de dientes adyacentes o incluso provocando periimplantitis en otros implantes si existen. También pueden diseminarse por vía sistémica: aunque es poco común, cualquier infección oral crónica puede contribuir a una carga inflamatoria general en el organismo. En casos agudos, la infección del implante podría derivar en un absceso mayor en el hueso maxilar o mandibular, con riesgo de formar fístulas (canales de pus) hacia la piel o senos paranasales, dependiendo de la localización. En resumen, un foco infeccioso en la boca puede tener repercusiones más allá si no se controla.
Dolor crónico y abscesos recurrentes: Vivir con una periimplantitis activa significa que probablemente tendrás episodios repetidos de inflamación dolorosa. Pueden formarse flemones o abscesos de repetición, causando dolor, hinchazón de la encía y supuración de pus periódicamente. Esto afecta la calidad de vida: dificultades para masticar, para morder ciertos alimentos por dolor, etc. Además, las encías en ese estado a menudo duelen al cepillarse, lo que puede hacer que el paciente reduzca la higiene en la zona, empeorando el círculo vicioso.
Pérdida del implante y necesidad de tratamientos complejos: La consecuencia final de una periimplantitis que no se ha logrado controlar es la pérdida del implante, como mencionamos. Cuando esto ocurre, no es tan simple como «poner otro implante y ya está». Habitualmente, un implante que se pierde por infección deja secuelas en el hueso. Será necesario primero curar la infección y luego, si se desea reponer el implante, a menudo hay que recurrir a técnicas de regeneración ósea (injertos de hueso, membranas) para reconstruir el hueso perdido antes de colocar un nuevo implante. Todo esto implica cirugías adicionales, mayor costo, mayor tiempo de tratamiento y periodos sin diente en esa zona. Es decir, se complica bastante más que la primera vez que se puso el implante.
Ignorar una periimplantitis puede costarte el implante y derivar en problemas mayores. He visto casos en que por miedo o descuido el paciente esperó demasiado y, al final, hubo que retirar el implante y emprender tratamientos largos de regeneración. Por el contrario, cuando intervenimos pronto, muchas veces logramos salvar el implante o al menos detener el proceso antes de que cause estragos.
Por eso mi recomendación es clara: ante el mínimo signo de periimplantitis (sangrado, inflamación persistente, pus), acude inmediatamente al dentista. Un tratamiento temprano puede marcar la diferencia entre mantener tu implante en buen estado o perderlo. En la siguiente sección veremos qué opciones de tratamiento existen para combatir la periimplantitis y en qué consisten.
Tratamiento de la periimplantitis
El tratamiento de la periimplantitis va a depender de la gravedad y el alcance de la infección en cada caso. No es lo mismo abordar una periimplantitis incipiente (con poca inflamación y sin apenas pérdida ósea) que un caso avanzado con destrucción ósea importante. En general, los enfoques terapéuticos se dividen en tratamientos no quirúrgicos (conservadores) y tratamientos quirúrgicos, a menudo combinados en un plan integral. Como dentista, siempre intento empezar por la opción más conservadora posible, pero si esta no es suficiente, pasamos a intervenciones más avanzadas. A continuación te explico las modalidades de tratamiento:
Tratamiento no quirúrgico (conservador)
En las fases iniciales de la periimplantitis – e incluso para tratar la mucositis periimplantaria – solemos aplicar medidas no quirúrgicas. El objetivo es eliminar la placa bacteriana y desinfectar la zona alrededor del implante sin recurrir (al menos de entrada) a cirugías. Estas son las principales acciones del tratamiento conservador:
Limpieza profesional y desbridamiento subgingival: Lo primero es realizar una limpieza exhaustiva alrededor del implante. Se utiliza instrumental especializado (curetas de teflón, ultrasonidos con puntas de plástico o titanio, etc.) para eliminar la placa bacteriana y el cálculo (sarro) acumulado tanto en la superficie del implante como debajo de la encía. Es similar a una limpieza periodontal profunda o raspado y alisado radicular, pero adaptado al implante. Se limpia cuidadosamente la bolsa periimplantaria para remover todas las bacterias y tejido inflamatorio posible. Esta fase mecánica es fundamental: sin eliminar el biofilm, ningún otro tratamiento será efectivo.
Antisépticos locales: Tras la limpieza mecánica, aplicamos agentes antisépticos para desinfectar la zona. El más utilizado es la clorhexidina, ya sea en forma de gel colocado dentro de la bolsa periimplantaria o colutorios (enjuagues) de alta concentración. La clorhexidina ayuda a reducir la carga bacteriana y tiene efecto sostenido. Podemos indicarte que realices enjuagues con clorhexidina 0.12%-0.2% durante un par de semanas, cuidando de no manchar los dientes (efecto secundario común). En algunos casos utilizamos también soluciones de povidona yodada u otros antisépticos durante el procedimiento de limpieza.
Antibióticos: Dependiendo de la severidad y de las características del caso, a veces es necesario complementar con antibióticos para combatir la infección. Esto puede hacerse de dos formas: vía sistémica (oral), recetando antibióticos que tomas por boca (por ejemplo amoxicilina junto con metronidazol, una combinación clásica efectiva contra bacterias periodontales); o vía local, colocando antibióticos de liberación controlada dentro de la bolsa del implante (hay dispositivos o geles con antibióticos que se insertan en la encía para que actúen directamente en el sitio). La decisión depende de cuán extendida esté la infección y de consideraciones médicas. Es importante destacar que el antibiótico por sí solo no cura la periimplantitis sin limpieza mecánica: siempre es un coadyuvante, nunca el tratamiento único.
Terapia con láser u otros métodos adjuntos: En algunos centros contamos con láser dental u otras tecnologías (por ejemplo, dispositivos de terapia fotodinámica) que ayudan a desinfectar la superficie del implante sin dañarla. El láser puede eliminar bacterias y descontaminar los poros del titanio del implante con mínimas molestias. También se han usado terapias como aire abrasivo con polvo de glicina o técnicas de limpieza electroquímica. Estas herramientas pueden sumarse al tratamiento para mejorar la descontaminación, aunque no sustituyen la limpieza mecánica convencional.
Ajuste de la prótesis y alivio de cargas: Si identificamos algún factor local contribuyente, lo abordamos en esta fase. Por ejemplo, si la corona del implante tiene un contacto muy fuerte al morder (sobrecarga), podemos ajustarla frescando ligeramente para aliviar esa presión. O si hay un exceso de cemento detectable, lo eliminamos. En definitiva, corregimos cualquier factor mecánico inmediato que esté en nuestra mano.
Instrucciones de higiene oral: Este punto es crucial. Una vez realizada la limpieza inicial, educamos al paciente en mejorar su técnica de higiene alrededor del implante. Reforzamos cómo cepillar correctamente esa zona (usando cepillos interproximales para los espacios, sedas especiales para implantes o irrigadores de agua si es necesario). Sin la colaboración del paciente manteniendo limpia la zona, el tratamiento no tendrá éxito a largo plazo. Muchas veces, tras el tratamiento, cito al paciente en 2-3 semanas para revisar la higiene: nos aseguramos de que la inflamación va remitiendo y de que la placa no ha vuelto a acumularse.
El tratamiento no quirúrgico es eficaz especialmente en los casos leves o incipientes. Por ejemplo, en una mucositis periimplantaria (solo inflamación superficial), estas medidas suelen lograr la curación completa: la encía vuelve a estar sana y el hueso nunca llegó a afectarse. En periimplantitis inicial (con poca pérdida ósea), también podemos lograr detener el proceso con una limpieza profunda y cuidados.
Sin embargo, si la periimplantitis está en fase moderada o avanzada, el abordaje no quirúrgico por sí solo puede no ser suficiente. Las bolsas periimplantarias profundas y el tejido infectado remanente a veces requieren acceso quirúrgico para eliminarlos adecuadamente. Un indicador es la respuesta al tratamiento inicial: si tras la fase no quirúrgica persiste el sangrado al sondeo, la supuración o se comprueba que la pérdida ósea es significativa, habrá que pasar a la siguiente etapa.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico de la periimplantitis se indica en aquellos casos donde la infección ha progresado más profundamente. El objetivo de la cirugía es acceder visualmente a la zona del implante, eliminar todo el tejido inflamatorio bajo la encía, descontaminar la superficie del implante a fondo y, si es posible, reparar los defectos óseos resultantes. Existen diferentes técnicas quirúrgicas según la situación específica. De forma general, las intervenciones pueden ser de tipo resección (eliminar tejido para reducir la bolsa) o de regeneración (intentar regenerar el hueso perdido), y a veces una combinación de ambas. Veamos las principales estrategias quirúrgicas:
Cirugía de acceso y desbridamiento (cirugía resectiva): Consiste en levantar un colgajo de encía alrededor del implante (realizando incisiones y separando la encía para exponer el implante y el hueso) y luego remover todo el tejido de granulación infectado de la bolsa periimplantaria. Bajo visión directa, limpiamos meticulosamente la superficie del implante con instrumental (curetas, ultrasonido) e irrigación con antisépticos, asegurándonos de descontaminar completamente todas las rugosidades y roscas del implante. Si el defecto óseo tiene forma de «cráter», a veces simplemente eliminamos tejido blando y alisamos ligeramente el hueso (osteoplastia) para que la encía pueda volver a adherir más apretada al implante, reduciendo la profundidad de la bolsa. Esta es una técnica resectora, es decir, se elimina tejido enfermo pero no se intenta regenerar el hueso perdido, sino únicamente detener la infección y dejar condiciones para una mejor higiene. Tras esta cirugía, la encía suele quedar más apretada o incluso más baja (retraída) alrededor del implante, pero sin bolsa profunda, facilitando la limpieza. También se suele aplicar antibiótico local (por ejemplo, gel de doxiciclina) antes de suturar la encía, y se puede recetar antibiótico sistémico para el postoperatorio.
Cirugía regenerativa (regeneración ósea guiada): Si el defecto óseo alrededor del implante tiene una morfología favorable (por ejemplo, paredes óseas que puedan contener un injerto) y el implante todavía es estable, se puede intentar una regeneración ósea. Tras la fase de limpieza y desinfección quirúrgica, se colocan biomateriales en el defecto: suelen ser injertos de hueso particulado (puede ser hueso sintético, de banco de huesos, e incluso autólogo del propio paciente) combinados con membranas de colágeno u otros materiales de barrera. Estos materiales estimulan al cuerpo a rellenar el hueco con hueso nuevo o, al menos, a estabilizar el hueso restante. La técnica se llama Regeneración Ósea Guiada (ROG) y busca devolver algo del soporte perdido al implante. Hay que decir que los resultados de la regeneración en periimplantitis son variables; no siempre se logra recuperar todo el hueso, pero en algunos casos sí podemos mejorar significativamente el soporte del implante. Tras colocar el injerto y la membrana, se sutura la encía cubriendo bien el área y se espera un periodo de cicatrización de varios meses.
Implantoplastia (modificación de la superficie del implante): En algunos procedimientos resectivos, sobre todo cuando no se va a regenerar hueso, el cirujano puede optar por alisar la superficie expuesta del implante. Esto implica pulir o fresar las roscas de la parte del implante que ha quedado descubierta, dejándola lo más lisa posible. ¿Por qué se hace esto? Porque una superficie lisa acumula menos placa que una rugosa (las roscas y rugosidades del implante son buenas para osteointegrar en hueso, pero cuando quedan expuestas a la encía actúan como retenedores de placa). Al hacer una implantoplastia, sacrificamos esas roscas que ya no sirven (porque ahí ya no hay hueso) a cambio de facilitar la limpieza futura y reducir nichos para bacterias. Es una estrategia útil en periimplantitis avanzadas donde no hay posibilidad de regenerar ese hueso perdido.
Extracción del implante: Lamentablemente, en casos muy avanzados de periimplantitis, puede que ninguna de las opciones anteriores garantice el éxito. Si más de ~50% del hueso alrededor del implante se ha perdido, o el implante está muy móvil, la mejor opción puede ser retirar el implante de manera controlada. Esto elimina el foco infeccioso y permite al hueso y la encía cicatrizar. Tras la extracción, generalmente limpiamos bien el alveolo (el lecho del implante) y colocamos también injerto óseo para rellenar el defecto y conservar el volumen, ayudando a una futura rehabilitación. Después de varios meses de cicatrización, y habiendo controlado todos los factores de riesgo, se puede evaluar colocar un nuevo implante (muchas veces con un diseño diferente o en una posición ligeramente distinta) o recurrir a otra solución protésica si implantar de nuevo no es viable. La extracción se considera el último recurso, pero a veces es la decisión más segura para la salud del paciente, especialmente si la infección no cede o el implante está condenado.
Cualquiera sea la técnica quirúrgica empleada, es fundamental luego establecer un programa de mantenimiento muy estricto. Tras la cirugía de periimplantitis, los controles y limpiezas profesionales deben ser más frecuentes para prevenir recidivas. También puede ser útil, como mencioné, modificar el diseño de la corona del implante o ajustar algún factor para facilitar que el paciente mantenga todo limpio en casa.
En mi experiencia, muchos casos moderados se resuelven combinando la fase no quirúrgica seguida de una pequeña cirugía de acceso y desinfección. Los casos severos son más desafiantes; a veces logramos mantener el implante a base de cirugías y mucho seguimiento, pero otras veces hay que retirarlo. La clave es siempre personalizar el tratamiento a la situación y al paciente, informándole de los posibles pronósticos.
Para resumir, el tratamiento de la periimplantitis puede incluir limpiezas profundas, antisepsia y antibióticos en fases iniciales, y cirugías (resección de tejido, regeneración ósea o incluso explantación) en fases avanzadas. Lo importante es actuar cuanto antes: mientras menos destrucción haya ocurrido, más sencillo y exitoso será el tratamiento. Y, por supuesto, tras superar la periimplantitis, enfocarnos en prevenir que vuelva a ocurrir, que es lo que abordaremos a continuación.
Prevención de la periimplantitis
Como profesional, me gusta recalcar que prevenir la periimplantitis es siempre mejor que tener que tratarla. Un implante dental puede y debe funcionar muchos años (incluso toda la vida) si se le dan los cuidados adecuados. La periimplantitis no es un destino inevitable, sino que en gran medida es prevenible tomando ciertas precauciones desde el momento de la colocación del implante y durante su mantenimiento. A continuación, te presento las medidas de prevención más efectivas para evitar la periimplantitis:
Higiene oral rigurosa diaria: Este es el pilar fundamental. Debes mantener tus implantes tan limpios como (o más que) tus dientes naturales. Cepíllate los dientes y implantes al menos dos veces al día con una técnica correcta, prestando especial atención a la zona donde la encía rodea al implante. Usa un cepillo de dientes de cerdas suaves para evitar dañar la encía pero asegurar una buena remoción de placa. Además, incorpora el hilo dental o cepillos interdentales para limpiar los espacios entre el implante y los dientes vecinos, y debajo de la prótesis del implante si es tipo puente. En pacientes con implantes, muchas veces recomiendo el uso deirrigadores de agua (waterpik) como complemento: un chorro a presión puede ayudar a eliminar restos de zonas difíciles. La clave es no permitir que la placa bacteriana se acumule diariamente en torno al implante.
Revisiones periódicas con el dentista: No basta con cepillarse en casa; es crucial acudir a controles regulares. Lo habitual es visitar al dentista o periodoncista cada 6 meses para una revisión y limpieza profesional, aunque en pacientes con antecedentes de problemas periodontales puede indicarse cada 3-4 meses. En estas visitas, el dentista realizará sondajes alrededor del implante, pulirá o limpiará cualquier inicio de cálculo y detectará signos tempranos de mucositis o periimplantitis. La American Academy of Periodontologyenfatiza la importancia de monitorear de forma rutinaria los implantes dentales dentro de las evaluaciones periodontales integrales. En cada control, seguiremos de cerca la salud de tus implantes. Recuerda: una mucositis detectada en una revisión se trata fácil y evita que llegue a periimplantitis.
Limpiezas profesionales (profilaxis periódica): Dentro de esas revisiones, es importante que el higienista o dentista realice una profilaxis dental completa, que incluya la zona de los implantes. Con ultrasonidos y curetas especiales, se eliminará el sarro que tu cepillo no pudo quitar y se pulirán las superficies. Incluso aunque no veamos problemas, estas limpiezas preventivas mantienen a raya la acumulación de placa bajo la encía. Muchos pacientes con implantes se benefician de programas de mantenimiento periodontal específicos para implantes, que incluyen limpiezas más frecuentes y refuerzo de instrucciones de higiene.
Evitar el tabaco: Ya lo hemos mencionado como factor de riesgo, así que su opuesto es una medida preventiva fundamental: no fumes. Si eres fumador, plantéate seriamente dejarlo, o al menos reducirlo al mínimo. El tabaco aumenta dramáticamente la probabilidad de periimplantitis. En mi clínica, cuando colocamos implantes, hacemos mucho hincapié en esto: un paciente fumador debe ser consciente de que su implante puede fracasar si no modifica ese hábito. Dejar de fumar mejora la salud de las encías, la circulación sanguínea y la capacidad de cicatrización, todo lo cual ayudará a que los implantes se mantengan sanos.
Control de enfermedades sistémicas: Si padeces alguna condición como diabetes, asegúrate de mantenerla bien controlada con la ayuda de tu médico. Un diabético controlado (por ejemplo con hemoglobina glicosilada en rango objetivo) tiene un riesgo mucho menor de infecciones que uno descontrolado. Lo mismo aplica a otras enfermedades: sigue tus tratamientos médicos para tener tu salud general en las mejores condiciones, ya que la boca es parte de ese sistema. Si tomas medicación que afecta las encías o el hueso (por ejemplo bifosfonatos, inmunosupresores), informa a tu dentista para establecer pautas de cuidado específicas.
Usar productos de apoyo según recomendación: Tu dentista podría recomendarte enjuagues bucales antibacterianos (como clorhexidina al 0,05% de uso diario o colutorios con aceites esenciales) en ciertos periodos para reducir la carga bacteriana. También pastas de dientes con ingredientes antiplaca. Sigue estas recomendaciones profesionales. Por otro lado, utiliza herramientas adecuadas: por ejemplo, cepillos interproximales del tamaño correcto para tus espacios; existen cepillos especiales para implantes y prótesis que pueden facilitar la limpieza. La inversión en buenos productos de higiene (cepillos, irrigador, sedas especiales) es insignificante comparada con el coste de enfrentar una periimplantitis después.
Protección frente al bruxismo (si aplica): Si sufres de bruxismo o aprietas los dientes, coméntalo con tu dentista. Las fuerzas excesivas pueden aflojar los implantes o causar inflamación en el tejido de soporte. En casos de bruxismo, indicamos usar una férula de descarga nocturna (un protector bucal rígido) para proteger tanto dientes como implantes del exceso de presión durante la noche. Esto puede prevenir microdaños que predispondrían a la periimplantitis.
Buena planificación y técnica en la colocación del implante: Esta recomendación recae más en el profesional, pero es algo que el paciente debe buscar: ponerse implantes solo con profesionales cualificados y en clínicas de confianza. Un implante bien planificado (con suficiente hueso, en la posición adecuada, con una corona bien diseñada y en un entorno estéril durante la cirugía) tendrá muchas menos probabilidades de complicaciones infecciosas a futuro. Por ejemplo, elegir el tamaño correcto de implante, evitar angulaciones imposibles de limpiar, y usar componentes de calidad que ajusten perfectamente (para que no se filtren bacterias en la conexión) son factores que el paciente quizá no ve, pero que marcan la diferencia. Mi consejo es que no te guíes solo por el precio al elegir dónde hacerte un implante; busca experiencia y garantías. Un buen profesional, además, te incluirá en un programa de mantenimiento tras la colocación del implante y te dará todas las indicaciones necesarias para cuidarlo.
La prevención de la periimplantitis se basa en mantener una excelente higiene oral, controlar los factores de riesgo sistémicos y externos (como el tabaco), y someterse a controles dentales periódicos. Sigo la regla de “cuidar el implante como si fuese un diente natural (¡o mejor todavía!)”. Si haces esto, es muy probable que nunca tengas que enfrentarte a una periimplantitis. Y en caso de notar cualquier mínima señal, no demores en buscar atención profesional.
Después de todo este repaso teórico, me gustaría ofrecerte aún más consejos prácticos desde mi experiencia diaria, para que pongas en marcha hábitos concretos que mantendrán tus implantes sanos por muchos años.
Consejos prácticos para mantener tus implantes sanos
A continuación, te presento una serie de consejos prácticos y recomendaciones personales, basados en mi trayectoria como odontólogo, para el cuidado diario de tus implantes dentales y la prevención de la periimplantitis. Son pautas sencillas pero efectivas que puedes incorporar en tu rutina:
Mantén una rutina de higiene impecable: Dedica el tiempo necesario a la limpieza de tus dientes e implantes. Por la mañana y antes de acostarte, cepilla cuidadosamente todas las caras del implante y el contorno de la encía. Usa un espejo para verificar que no quedan restos. Para la zona entre el implante y otros dientes, emplea hilo dental o cepillos interdentales a diario. Si la configuración de tu implante (por ejemplo, un puente sobre implantes) lo dificulta, ayúdate de dispositivos pasa-hilos o irrigadores de agua. Un tip útil: realiza enjuagues vigorosos con agua después de cada comida cuando no puedas cepillarte, así arrastras partículas grandes. Piensa que un implante no duele por caries como un diente, por lo que la única forma de saber que está limpio es visualmente; sé meticuloso con ello.
No ignores las señales de alarma: Si notas encía enrojecida, que sangra o supura alrededor de un implante, no esperes a ver si “se cura solo”. Estas condiciones no se resuelven espontáneamente; al contrario, pueden avanzar silenciosamente. Ante cualquier signo de inflamación alrededor del implante, programa cuanto antes una cita con tu dentista para que lo evalúe. Más vale una revisión por algo menor que lamentar luego no haber actuado. Recuerda que el dolor suele aparecer tarde en la periimplantitis, así que el sangrado es tu principal señal de advertencia temprana. También estate atento a sensaciones de presión extraña o movilidad en el implante al morder, o mal sabor persistente: todo ello justifica una revisión inmediata.
Acude a tus revisiones y limpiezas aunque te encuentres bien: A menudo cuando nos sentimos bien tendemos a posponer las visitas de control. En el caso de los implantes, no caigas en la falsa seguridad de “como no duele, está perfecto”. Haz caso al plan de mantenimiento que te haya pautado tu odontólogo. En esas visitas, se detectan problemas incipientes que tú no ves. Además, una limpieza profesional periódica previene la acumulación de placa en zonas críticas. Piensa que invertir un par de horas al año en el dentista puede ahorrarte complicaciones mayores. Si por alguna razón notas que la encía del implante no te la han revisado en tu limpieza general, solicita específicamente que lo hagan: los implantes requieren esa atención.
Usa las herramientas adecuadas en casa: Consulta con tu dentista cuáles son los mejores implementos para tu caso. Por ejemplo, si tienes implantes con prótesis tipo puente o sobredentadura, quizá necesites hilos dentales especiales con extremos rígidos (Superfloss) para pasarlos por debajo, o un cepillo unitufo para limpiar detrás de los implantes del fondo. Un enjuague bucal diario con agentes antibacterianos suaves (como cetilpiridinio al 0,05%) puede ayudarte a mantener a raya la placa, pero úsalos como complemento, no como sustituto del hilo dental. Si notas irritación, podrías incorporar un gel de ácido hialurónico en la encía del implante (algunos vienen en presentaciones orales) que ayudan a la salud gingival. Cada caso es distinto, pero las herramientas modernas están para ayudarte: no escatimes en mejorar tu kit de higiene oral.
Protege tus implantes durante la noche y en actividades de riesgo: Si usas férula de descarga nocturna para proteger tus dientes por bruxismo, úsala consistentemente. He visto implantes fracturados o sobrecargados por pacientes que no usaban su guardia nocturna. Igualmente, si practicas deportes de contacto, considera usar un protector bucal para evitar golpes en tus implantes (al igual que harías para tus dientes naturales). Los implantes son resistentes, pero no indestructibles; una precaución extra puede alargar su vida útil.
Sigue las indicaciones postoperatorias al pie de la letra: Este consejo aplica justo al momento de colocarte el implante o tras cualquier intervención en él. Si tu dentista te indicó enjuagues de clorhexidina las primeras semanas, medicamentos o una dieta blanda temporal, cúmplelo estrictamente. Muchas infecciones tempranas alrededor de implantes (periimplantitis tempranas) ocurren por no mantener una correcta higiene durante la cicatrización o por fumar en el periodo postoperatorio inmediato. Las primeras semanas tras la colocación del implante marcan la pauta para su salud futura. Luego que todo esté integrado, mantén las rutinas de limpieza intensivas que te hayan enseñado. Es más fácil adquirir los buenos hábitos desde el principio que intentar corregirlos después de que surge un problema.
Confía en profesionales y pregunta tus dudas: Por último, un consejo que puede sonar obvio: mantén una comunicación abierta con tu dentista respecto a tus implantes. Si algo te preocupa o no sabes si lo estás haciendo bien (por ejemplo, cómo usar cierto cepillo interdental), pregunta. Tu odontólogo o higienista estarán encantados de orientarte; a fin de cuentas, nuestro objetivo es el mismo que el tuyo: que tus implantes estén sanos y funcionen perfectamente. También, acude siempre a profesionales para cualquier procedimiento alrededor del implante (por ejemplo, una limpieza profunda), no intentes remedios caseros agresivos que puedan dañar la superficie del implante o la encía.
Siguiendo estos consejos prácticos en tu día a día, te aseguro que estarás haciendo lo mejor posible para proteger tus implantes. La periimplantitis se puede prevenir en gran medida con constancia y buenos hábitos. Y si alguna vez aparece un problema, recuerda que detectarlo pronto es la clave para solucionarlo con éxito.
Ahora, para finalizar, responderé brevemente algunas preguntas frecuentes que suelen tener mis pacientes sobre la periimplantitis, de modo que no te quede ninguna duda importante en el tintero.
Preguntas frecuentes sobre la periimplantitis
¿La periimplantitis se puede curar o revertir?
Sí, la periimplantitis se puede tratar e incluso curar, especialmente si se aborda en sus etapas iniciales. En fases tempranas (mucositis periimplantaria o periimplantitis incipiente), el proceso es reversible: una limpieza profesional exhaustiva combinada con desinfección y mejoras en la higiene oral puede lograr que la encía sane completamente y detener la pérdida ósea. En casos más avanzados, es más difícil revertir todo el daño, pero aún es posible detener la progresión. Con tratamientos quirúrgicos apropiados, podemos eliminar la infección y, en algunos casos, regenerar parte del hueso perdido. He visto pacientes donde conseguimos salvar el implante y mantenerlo funcional muchos años tras el tratamiento. Sin embargo, hay situaciones muy severas en las que, pese a los esfuerzos, el implante no puede salvarse y debe ser retirado. Por eso, aunque la periimplantitis tiene tratamiento, es fundamental empezar a tratarla lo antes posible para aumentar las probabilidades de éxito. Una vez controlada, requerirá un mantenimiento riguroso para evitar recaídas. En resumen: sí tiene cura, pero dependerá del grado de destrucción ósea y del compromiso del paciente con el cuidado posterior.
¿Cómo saber si tengo periimplantitis?
La periimplantitis en sus inicios puede ser silenciosa, por lo que debes estar atento a ciertas señales tempranas. Los síntomas más comunes son: encía enrojecida, inflamada o que sangra alrededor del implante; puede haber molestias al cepillarse en esa zona o un leve dolor al masticar. Si ves que al tocar la encía del implante sale sangre o incluso pus, es una señal clara de alarma. Otro indicio es la recesión de la encía, notando más expuesto el implante, o mal sabor de boca persistente sin otra causa aparente. En etapas avanzadas, podrías notar el implante un poco flojo o móvil (aunque esto ya indica un estado muy avanzado). En la práctica, la mejor forma de saberlo es acudiendo al dentista: mediante un sondeo periodontal y una radiografía se confirmará si hay periimplantitis. Mi consejo es: si tienes implantes, ante cualquier signo de inflamación o sangrado en ellos, asume que podría ser periimplantitis incipiente hasta que un profesional lo descarte. Más vale examinar y que sea una falsa alarma (por ejemplo, una irritación pasajera) que dejar pasar una verdadera periimplantitis sin diagnosticar.
¿Qué pasa si no se trata la periimplantitis?
Si la periimplantitis no se trata, irá empeorando con el tiempo. Es una enfermedad progresiva: la inflamación y la infección continuarán destruyendo cada vez más hueso alrededor del implante. En poco tiempo, lo que era una molestia menor puede convertirse en un problema serio. Las consecuencias de no tratarla incluyen: pérdida importante de hueso, lo que derivará en el aflojamiento del implante y eventualmente su pérdida (fracaso del implante). Además, la infección crónica puede provocar dolor, abscesos recurrentes, mal aliento y afectar a los tejidos cercanos. Incluso otros implantes o dientes adyacentes pueden verse comprometidos si las bacterias se extienden. Ten en cuenta que un implante perdido por periimplantitis generalmente supone un tratamiento más complejo posteriormente (por ejemplo, necesitar injertos óseos para colocar otro implante). En pocas palabras, ignorar la periimplantitis puede costarte el implante y derivar en complicaciones mayores en tu salud bucal. Siempre es mejor tratarla temprano que enfrentar las consecuencias de su progresión.
¿En qué se diferencia la periimplantitis de la mucositis periimplantaria?
La mucositis periimplantaria y la periimplantitis son dos tipos de enfermedades periimplantarias, pero se distinguen principalmente por la presencia de destrucción ósea. La mucositis periimplantaria es una inflamación reversible de los tejidos blandos que rodean al implante. Es decir, solo la encía está inflamada (enrojecida, puede sangrar), pero el hueso que soporta el implante está intacto. Sería equivalente a una gingivitis alrededor del implante. La mucositis no implica pérdida de hueso y, si se trata a tiempo con limpieza y mejorando la higiene, puede resolverse completamente sin secuelas. Por otro lado, la periimplantitis es una condición más grave, donde la inflamación ha avanzado y ya ha ocasionado pérdida del hueso de soporte del implante. En la periimplantitis encontramos radiográficamente que el nivel de hueso ha disminuido con respecto al estado inicial, y clínicamente puede haber bolsas profundas, pus, etc. En resumen: la mucositis afecta solo encía (y es reversible), la periimplantitis afecta encía y hueso (y requiere tratamientos más invasivos). Podemos decir que la mucositis es la antesala de la periimplantitis; si no se atiende, probablemente evolucionará a periimplantitis. Por eso, ante signos de inflamación alrededor del implante, aunque pienses que “solo es encía irritada”, actúa pronto para que no llegue a dañar el hueso.
¿Qué tan frecuente es la periimplantitis y quién tiene más riesgo?
La periimplantitis es relativamente frecuente dado el creciente número de personas con implantes. Las cifras exactas varían entre estudios, pero se estima que entre un 10% y 20% de los pacientes con implantes pueden desarrollar periimplantitis en algún grado. Algunos estudios recientes apuntan incluso cifras más altas a largo plazo, especialmente si se incluyen casos leves. Además, la periimplantitis aumenta con el tiempo: a mayor tiempo llevando el implante, mayor chance de que aparezca algún problema periimplantario si no se cuida correctamente. En cuanto a quién tiene más riesgo, podemos resumir: pacientes fumadores, personas con historia de enfermedad periodontal, diabéticos mal controlados, y aquellos con higiene oral deficiente son los que presentan mayor probabilidad de sufrir periimplantitis.
El Dr. Cerezo, director médico de Clínicas Cleardent, es reconocido por su compromiso con la excelencia en implantología y cirugía oral. Con una destacada experiencia internacional en técnicas avanzadas, lidera un equipo que ofrece tratamientos de vanguardia, priorizando la salud y satisfacción del paciente. Su formación en cirugía guiada, carga inmediata y regeneración ósea le permite ofrecer soluciones integrales y de alta calidad, posicionando a Cleardent como referente en el sector odontológico.